RSS Feed

Hechizo Romaní

Posted by Kamijou Hiroki

Autores: Raion, Kamijou Hiroki

Género: Histórico, Romántico, Fantasía

Estado: En Proceso  - 

Página 1 - Episodios del 1 al 7

Página 2 - Episodios del 7 al 9


Personajes: 



Capítulo 1: El Gitano Kavi de Bazille

Posted by Kamijou Hiroki

La lluvia se dejaba sentir bajo un cielo grave y mustio que se volvía cada vez más oscuro.

Yo, vestido con largas botas de piel, sombrero negro y envuelto en una capa raída, suplicaba mentalmente que la tormenta esperase a que encontrara un refugio en aquel bosque capaz de engañar al ojo más avisado.

El enorme laberinto de hojas negras podía perder a cualquiera y perderse significaba terminar hundiéndose en una trampa de arena. Por más fuerte que fuese, me debatiría hasta morir asfixiado y era lo suficientemente previsor como para evitar accidentes fatales en el camino errado.

Hace horas que el bosque se agitaba como si estuviese despertando. En dicho trance, aguzaba la vista tratando de adivinar si ya las fieras estaban al acecho. Mantenía la mano en el mango de la espada, dispuesto a sacarla en cuanto fuese necesario. El pequeño aro de plata que colgaba de mi oído derecho se dejaba sentir fríamente contra el lóbulo, junto con el ritmo de las pisadas de quien se acercaba rápidamente hacia mí..

Esos pasos hicieron rebalsar el agua depositada en las grietas del piso irregular y escuché la voz de alguien que llamaba a grandes voces:

- ¡Quien va!

Dudé antes de aventurar palabra. Usaba alternativamente el nombre de "Lord Lanmaor" y "Lord Maurice", pero esos nombres también se habían vuelto peligrosos y no sería dable explotarlos más.

- ¡Un viandante perdido! - respondí conservando el anonimato.

El sonido de un trueno y la luz nos cegó tanto a él como a mí.

Iluminó lo suficiente para que viera un cartel con mi rostro dibujado y, para mi estupor completo, ponía letra por letra: "SE BUSCA, VIVO O MUERTO: Kavi Jerome de Bazille". Lo más perturbador, sin embargo, era la cantidad exorbitante que ofrecían por mi cabeza. ¡Cien piezas de oro puro! ¡Robar un simple manuscrito a un noble botarate no podía costarme tanto!

Repasé los pecados pasados y ninguno se le parecía ni por asomo.

- ¡Por fin has llegado, maldito! - me espetó furioso el extraño.

Y en el colmo de la desgracia, el tipo buscaba precisamente un enfrentamiento.

- ¡No le conozco, buen hombre, así que me niego a pelear con usted! - grité desplazándose grácilmente hacia un lado, porque el otro, ignorando mi amable voluntad, ya sacaba la espada y acometía hacia mi dirección.

- ¡¿Está seguro que no me conoce?! ¡Pues sepa que soy su prometido!

- ¡Mi prometido! - pregunté intrigado. Sin tiempo para el amor era imposible que no recordara ese tipo de cosas.

- ¡El suyo no!, ¡El de Dorianne Quintamar!

- Pues, no logro comprender cuál es mi relación con esa persona... lo lamento. - dije con todo el aplomo que me quedaba.

- ¡Yo le refrescaré la memoria!- respondió agitando la espada de derecha a izquierda y luego, girando la muñeca para volver a acometer con tanta fuerza que se llevó mi capa raída, arrancándola prácticamente de mis hombros.

- ¡En verdad debe haber un error!- Me parecía tonto enfrentar a alguien sin saber el motivo.

Pero él estaba completamente seguro por lo visto y no lo pondría fácil.

- ¡El único error lo cometió mi padre al recibiros en su casa! ¡Un caballero! ¡Menuda estupidez, un varón sin honra! ¡El hombre que sedujo a mi prometido y tuvo el descaro de poseerlo un día antes de la boda!

- ¿Ah? - cierta gota de frío sudor me dejó helado.

Sus acusaciones me dejaban bastante lejos. Yo acababa de llegar en el barco "El Tigre", el día anterior. Mi estadía en alta mar había durado tres meses y no había tenido la menor posibilidad de vivir aventuras galantes. Aparte, no era yo de los que cazaba en vedado y fuera de ciertas miradas halagüeñas jamás le había puesto un dedo encima a hombre ajeno.

- ¡Imposible!

- ¡Díselo al juez cuando te condene a la horca! ¡Será chico el precio que vas a pagar por los encantos de Dorianne!

Bien, el hombre no me iba a escuchar y yo no tenía tiempo que perder para convencerlo de lo contrario. La importante misión a mí encomendada, rezaba que debía estar en la Alcazaba. Mi abuelo esperaba ya por noticias y sabía de sobra que nuestros planes se verían afectados si trataba inútilmente de aclarar el malentendido con mi vengativo caballero ofendido.

- ¡Ahhhhhhhhhhhh!

Apenas le empujé de lado, pisó mal y al resbalarse, la espada cayó por las grietas abiertas en la base de los árboles. Sin armas e indefenso, envainé y le señalé el camino de salida.

- Vaya directo por este sendero, milord, sin despegarse, en la posada podrá descansar, y recuerde, Kavi de Bazille no tiene nada que ver con... ¿cómo dijo que se llamaba?

- ¡QUIERO QUE TE PUDRAS EN EL INFIERNO, INFELIZ!

- Como lo desee usted... pero lamento decepcionarlo, el infierno no existe...

Me alejé encogiendo los hombros, sin mirar hacia atrás. Cierta persona que conozco diría que estaba malgastando amabilidad con tipos ciegos como ese.

Mejor olvidarlo...

Y saltar sobre las ramas y piedras en la parte más abrupta. Concentrado en la subida...

Nada me preparaba para lo siguiente.

- ¡Detente, vil zíngaro embaucador!

- ¿¡Ah!?

- ¡Soy Edimbert des Pas! ¡El esposo de Iser! ¡El hombre más bello de Dacia!

Eso rayaba en la mística. ¡Dos retadores en una noche! ¡Y por el mismo delito!

Ya que íbamos a pelear, por lo menos me hubiera encantado echarle una mirada a los muchachos que teóricamente corrompí. En vez de eso, pasaba revista a los novios engañados.

Enfilé las acciones diplomáticas en hacerme el desentendido.

- Pues... felicidades, tener un compañero bello siempre es una bendición. Si alguien como yo pudiera casarse, también habría elegido un joven guapo y...

Acomodé el ala de mi sombrero, fingiendo indiferencia. Era obvio que iba a tratar de alcanzarme con ese sable oriental bien afilado.

- ¡El hombre que te llevaste a la cama hace tres días!- bufó seriamente.

- ¡Heeeeeeeeeeeey! Mucho cuidado... este es mi traje preferido.

Los jabalíes líderes de manada, con sus colmillos afilados y peligrosos embistes quedaban pequeños al lado de este furioso contendor. Si llegaba a tocarme, quedaría estampado contra el árbol más cercano. Debía convertirme en una pantera ágil si quería dejarle atrás sin hacerle daño.

- ¡Juro por el sagrado símbolo de la...! - dije perdiendo el sombrero, quedando con el rostro al descubierto.

- ¡NO PERJURES! - respondió él, con voz cavernosa - ¡No te atrevas a mancillar los símbolos sagrados con tu felonía!

Quedando sin defensa visual, fui medido de pies a cabeza.

Lord Edimbert repasaba mi rostro levemente anguloso, de ojos negros y cabellos desordenados.

- ¡Pero si eres tú, desgraciado!... ¡Ahora vas a negar que me conoces!

- Con todo respeto, señor, no le he visto en mi vida.

Volvimos a cruzarnos y esta vez sí, calculé dejarlo fuera de combate. Si alguien tan grande y fuerte como él tenía oportunidad, iba a cortarme el cuello.

Con el rápido pasar de mi arma, levanté el agua empozada hacia sus ojos. Esa breve distracción, me permitió llegar a la proximidad adecuada y golpearlo con el mango de la espada en la sien. Fue a dar contra una piedra y quedó tirado entre el musgo y la hierba apenas crecida.

Entre la maleza, temblaba su criado.

- Ehhh tú, ven...

Dudó si presentarse o no.

- No haré nada. Y no te preocupes, no está muerto, apenas dormirá algunos días. - le eché algunas monedas a los pies - ... con esto será suficiente, cúidalo bien y aconséjale que no vuelva a cruzarse conmigo.

El joven obedeció y antes de entregarse a curar las heridas de su señor, me abrazó desde atrás susurrando:

- Esa noche que pasamos juntos en la huerta sigue quemando en mi corazón... esperaré nuestro próximo encuentro...

- ¿En dónde...?

Me giré y se empinó para besarme.

¡La noche más extraña de mi vida no tenía comparación!

Apenas pude separarme, me despedí cariñosamente, para no ofenderlo, pero ya tenía mis sospechas de lo que estaba sucediendo...

"Así que has barrido con todo el continente... deja que te encuentre... vas a ver..."

Dos tramos más allá me esperaba el hermano de alguien. Un kilómetro a la distancia, el padre de otro. Y entre primos, entenados, sobrinos y novios calculé diez retos en menos de seis horas.

Llegué a las lindes del bosque y elegí el árbol más alto para descansar mis magros huesos.

La única persona que podía responsabilizarse de toda esa caterva de gente desaforadamente desflorada era "Él", pero que se atreviese a usar mi nombre no lo dejaría pasar. Ya no era el adolescente lleno de indulgencia. En cuanto le tuviese en frente, arreglaríamos el asunto por la fuerza.

Listo para dormir, sentí un golpe en la base del árbol.

- ¡Oh!

Si... abajo, diez caballeros ofendidos esperaban el resultado.

Todos se habían reunido a talar mi refugio y discutían acaloradamente sobre si matarme allí mismo o disfrutar el espectáculo de mi ejecución.

Preocupado por la forma en cómo esto interrumpía los planes elaborados por la sociedad Romaní a la que pertenecía, saqué la carta sellada y abrí su contenido para memorizarlo antes de destruirla. Si este mensaje llegaba a las manos equivocadas, sería el fin de nuestra raza...

Las letras de fuego del sobre blanco, me asustaron de sobremanera... ¡alguien lo había logrado! ¡Mi abuelo tenía que saberlo!

Mientras caía con la copa verde llena de hojas, encendí el papel que ardió rápidamente. Su disolución en el aire marcó otra revelación que me guardé bien, aunque no pude verla completamente. Dos segundos después estaba bajo diez espadas, diez pies y diez miradas ceñudas capaces de ahuyentar a cualquiera.

Carne fileteada...

La imagen del futuro no se presentaba halagadora.

- ¡Dejad a ese hombre!

A caballo, un guardia real, el lancero de la Marca, impuso respeto, despejando a diestra y siniestra a mis atacantes.

- ¡Debe pagar por sus ofensas!

- ¡Se trata de un infame seductor!

- ¡Un Tenorio gitano!

- Los cargos podéis presentarlos mañana en la Alcaldía de la Marca. Ya su cabeza está pedida por nuestro alcaide, la razón es muy sencilla: ha deshonrado a su hijo. Así que con seguridad será torturado y tendrá su merecido en una ejecución pública.

- ¡Viva la justicia!

- No estaré feliz hasta verle hundido en su propia sangre...- amenazó el gran Edimbert.

Inteligentemente les dejé ser. Otro más exaltado habría gritado su inocencia a los cuatro vientos, removiendo los ánimos y provocando una golpiza de consecuencias inconmensurables. Yo, di gracias al cielo por el tiempo concedido y me dejé atar y subir a la grupa del caballo. De esa forma, alejado de quienes ansiaban pequeños trozos de mi persona, alistaba mi plan de escape.

Ya las manos actuaban ágiles en desatarse, cuando vi las temibles torres de la Marca.

No tenía opción. Por más que me repugnase, debía asesinar al guardia y escapar en el caballo.

Me erguí de pronto, con las manos libres y robé su espada. Yo iba montando de espaldas, él, en su posición, sorprendido, no supo qué hacer. Hice rodar el casco hacia el piso y me sorprendió su juventud.

Treinta soldados nos alcanzaron y se detuvieron al verme con la espada en el cuello de su joven camarada.

No debí ver sus ojos... acababa de perder, no podía, simplemente mi caballerosidad actuó en mi contra y lancé el arma.

En ese momento me cayeron encima.

-----------------------------------------------------------------

A oscuras, desperté en la celda. Quizás el último espacio destinado para mí en el mundo de los vivos.

La cabeza me dolía terriblemente. Había recibido los cálidos abrazos de los treinta muchachos más amables del reino.

Todo por culpa de...

Escuché un silbido que venía de la celda del frente.

¡INIMITABLE!, sólo Él podía producir notas de semejante calibre... el muy maldito. De hecho que estaba pensando en destrozar los barrotes para llegar a su celda.

- ¡TUUUUUUUUUUUUUU!- me agité estirando los brazos a través de las rejas.

- Shhhh... típico de ti, Kavi - me espetó - apuesto que has perdido una buena forma de escapar por ser considerado. En mi caso también fui atrapado anoche, pero en otras lides y con otras compañías.

- ¡TE ATREVISTE A USAR MI NOMBRE! ¡HE VISTO CARTELES POR TODOS LADOS PIDIENDO MI CABEZA!

- No me culpes, dijiste que demorarías un año. Para entonces la gente iba a olvidarlo... ¿Cómo iba a saber que volverías tan pronto? Sinceramente no pensé que sobrevivirías a los caballeros de la orden de Malta. Además no tienes por qué ser quejoso, ese dibujante que usaron es bueno... salimos sensacionales...

- ¡Y PUEDES ESTAR TAN TRANQUILO! ¡POR QUÉ NO HICISTE TUS CONQUISTAS FIRMANDO CON TU PROPIA PERSONA!

- No sería divertido... además, como Camilo ya tengo un historial demasiado nutrido de amantes... ¿Tanto te cuesta un "Hace tiempo que no nos vemos, hermano"?, um... con los demás eres amable, pero para tu propia familia sólo tienes frialdad... oh, qué desgracia la mía.

- Acércate para que te vea - pedí sabiendo ya lo que iba a aparecer.

Mi propio rostro.

Cabellos tan azabaches que reflejaban. Entre lacios y ondeados. Definido, delimitado, el borde se unía con la barbilla y nos daba el aire romántico... culpable de la lluvia de admiradores que flotaban alrededor de nuestra herencia gitana de piel ámbar.

Camilo era el que me condenaba por crímenes ajenos con ese detalle.

Era mi gemelo.

- Deberías sonreír un poco más, Kavi... esa expresión seria que usas nos quita belleza...

Golpeé horizontalmente las barras de la prisión.

- ¡Demonios constelados! ¡Tus jugarretas de semental están a punto de costarnos la vida!... juro que si salimos de esta... vas a probar el filo de mi espada...

Él se paseó sin perder la calma. Alto, fuerte, marcado sin llegar a ser voluminoso. La estampa perfecta para caer hechizado.

- No me culpes... y si deseas un consuelo, tus noches de amor en este país te harán famoso por siempre. Las hazañas amatorias de Kavi de Bazille serán conocidas por las generaciones futuras... deberías agradecer la inmortalidad... yo, humildemente, permaneceré en las sombras... vamos, tú y yo sabemos que por ti mismo no llegarías a hacer gritar de placer a...

- ¡Basta! ¡Basta! ¡Descarado!... por tomarlo todo como una gran broma nuestros planes podrían frustrarse...

- ¿Qué susurras allí?

- Nada... - me crucé de brazos dándole la espalda - ...encontraré la forma de salir y sacarte de aquí, pero después de eso no quiero verte nunca más.

- Um... si has renunciado a la idea de vengarte, quiere decir que la misión del viejo es más importante que tu propio orgullo... ¿tan fundamental es esa cosa en la que andan metidos?

- No puedo hablar de ello.

- Ni una palabra... ahora sé por qué te eligió a ti... yo no habría soportado...

- Sólo salgamos... y por lo más sagrado, deja de dar mi nombre a tus arrasados amantes.

- No puedo prometer nada - rió Camilo desde la celda de enfrente - pero lo intentaré. Por cierto, he logrado progresos sorprendentes seduciendo al guardia de las llaves. Si esperas una hora, estaremos prontamente a salvo.

- En serio... eres...

- Efectivo...- dijo feliz, como un león.

- Imposible...

- Créeme, ha valido la pena. Dorianne, Isser, Esteban, Darío, Remí, Au...

- No quiero la lista completa. Guárdatela para repasarla a solas, pervertido.-

Estaba amoscado. Sus costumbres no habían cambiado nada. Desde que estábamos estudiando con nuestro abuelo, terminó relacionándose con todos los maestros y criados que nos ponían delante y ya en ese tiempo a algunos solía decirles que era yo. El problema residía en nuestro nivel de parecido físico. Idénticos. Imposibles de diferenciar a simple vista. Por eso me esforcé bastante en distinguirme. Incluso el aro que llevo es el mismo que él tiene.

Bueno, no exactamente el mismo. En el interior, está grabado mi nombre, pero eso no es algo que pueda verse a menos que se examine al milímetro. El mío dice "Kavi" que significa "casta de poeta" el suyo, "Camilo", "aires de libertad" y reflejábamos nuestros nombres al extremo .

- No todos podemos ser monjes como tú - me soltó sentándose y cruzando las piernas, era su posición preferida.

- ¿Debería ser un licencioso libertino entonces?

- De hecho - me corrigió - ... ya lo eres, "Kavi el insaciable", regando placer por donde va... ese es tu lema.

- Ni siquiera me hagas recordarlo - corté.

La puerta del pasadizo se abrió y lo notamos por la creciente luz.

- Escóndete - dijo - ... acaba de llegar nuesto pasaje a la libertad.

Mis escrúpulos condenaban que le dejase actuar a sus anchas, sin embargo no se me ocurría otra solución y obedecí como un niño.

¿Saldríamos de esta o el siguiente giro de la fortuna nos pondría en un aprieto peor?

Capítulo 2: Escape

Posted by Kamijou Hiroki

Kavi ha regresado en el peor de los momentos. Desde que le dejé saber que estaba en la celda del lado, no ha cesado de amenazarme con las peores maldiciones familiares.

—No todos podemos ser monjes como tú —digo, sentándome con las piernas cruzadas, mientras Kavi continúa gritando enfurecido. Aunque me divierten nuestras luchas verbales, estoy distraído pensando en nuestro medio de escape.

—¿Debería ser un licencioso libertino entonces? —escucho que pregunta con ese tono que hace que me ría y moleste a la vez.

—De hecho —lo corrijo—, ya lo eres —añado sin poder ni desear evitarlo—. Eres "Kavi el insaciable", regando placer por donde va. Ese es tu lema.

—Ni siquiera me hagas recordarlo —me reí al escuchar cómo me cortaba.

La puerta del pasadizo se abrió y lo notamos por la creciente luz.

—Escóndete —digo—. Acaba de llegar nuestro pasaje a la libertad.

Puedo leer contrariedad en su expresión, pero obedece. Sé que no lo hace por mí ni por él. Si fuera por él, buscaría la manera de hacerme pagar por esto. Pero obedece, por el abuelo, la sociedad Romaní y la misión que lo alejó de mí. Apartando ese tema de mi mente por ahora, me levanto con una sonrisa, mientras me dirijo lentamente hacia el joven guardia.

—Bu...buenas noches —dice tímidamente. Me mira y se ruboriza. Conozco bien esa expresión. Quiere que lo tome—, ¿ti...tiene sed? —pregunta acercando una taza a las barras con mano temblorosa.

—¿No te dije que me tutearas? Dime: “Camilo, ¿tienes sed?” —sujeto la taza junto con su mano, acariciándola levemente con el pulgar, antes de soltarla. Veo cómo enrojece y busca mi mirada con sus tímidos ojos, desviándolos con prontitud. Obedece y repite mis palabras con voz trémula.

“¡Increíble!”, escucho claramente a Kavi en mi mente. Sabía que el velo que había levantado entre nosotros estos meses, caería de un momento a otro. Jamás habíamos podido evitar comunicarnos mentalmente, cuando estábamos cerca.

“Escucha, observa y aprende”, le digo, sujetando las manos del joven guardia, que a insistencia mía acababa de entrar a la celda, para llevarlo hasta el camastro.

El resoplido de mi gemelo hace que sonría divertido, mientras acerco la taza a la boca de este encantador joven. Veo cómo pasa la lengua por sus labios húmedos y me inclino a besarlo. El suave jadeo del chico, me excita y sin soltar sus labios, lo empujo lentamente hasta que queda tendido bajo mi cuerpo.

“Camilo, no tenemos tiempo para eso”
, capté la molestia de Kavi, mientras se cuela entre mis pensamientos lujuriosos, intentando hacerme desistir.

“Siempre hay tiempo para el sexo. Siempre hay tiempo para tener un ansioso joven entre tus brazos. Siempre hay tiempo para besar unos labios que se abren hambrientos bajo los tuyos. Siempre hay tiempo para...”

“¡Ya entendí!”, me interrumpe. “Insensato, alguien podría echarlo de menos y venir a ver por qué no ha regresado a su puesto. Perderemos la oportunidad de escapar”, decía, mientras yo me deleitaba saboreando el delgado cuerpo, desnudo ya bajo el mío.

“La perderás otra vez”, le digo, preparando al chico para que me reciba en su interior.

“¿Otra vez?
”, pregunta sin comprender mis palabras. Sé que intenta distraerse de los jadeos del chico entre mis brazos. Puedo sentir su agitación, como él puede sentir mi excitación.

“Perdiste tu... oportunidad de escapar. ¿Por... qué? ¿Tanto te gustó el... guardia?”
, pregunto, teniendo un poco de dificultad en concentrarme mientras entro en el cuerpo que se me ofrece tan ávidamente.

“Deja de pasearte por mi mente”, intenta en vano bloquear la imagen del guardia que lo hizo soltar la espada y perder su oportunidad de escapar.

Me río, pero no puedo contestarle. Los jadeos, los besos, las uñas enterradas en mi espalda, ocupan todos mis pensamientos. Siento la llegada del orgasmo del chico, que sé acelerará el mío. Nos corremos, yo con un gruñido y el joven con un grito de placer.

“Así es cómo se hace”, le digo, riéndome, porque acabo de enviarle la imagen del joven al momento de este correrse.

“Podías haberme ahorrado los detalles”, dice molesto, devolviéndome una imagen de un tío gordo y feo que se bañaba a orillas de un río.

“¿Uno de tus amantes?”
, pregunto maldito, aunque no pude evitar estremecerme de asco. Ayudo a vestir al agotado joven sobre el camastro y lo beso antes de golpearlo, dejándolo inconsciente. “Deberías agradecerme la reputación que te he dado. Así no tendrás que conformarte con tíos tan feos”, señalo riéndome, porque sé que ese no es su tipo de hombre.

—Idiota —atrapa las llaves que le lanzo a través de las barras, mientras verifico que no hay otros guardias en el área—. ¿Así tratas a todos tus amantes? Con razón, sus parejas y familiares quieren asesinarte —sisea, siguiéndome.

—No podía dejarlo consciente. Sospecharían que me ayudó a escapar y sabes bien lo que les pasa a los traidores. Él no se merece eso a cambio de la mejor experiencia sexual de su vida —nos escabullimos hacia el exterior y coloco un dedo sobre sus labios para que se mantenga callado.

“Eres tan modesto
”, me golpea la mano.

“La modestia es para los inseguros”
, ni su golpe ni su sarcasmo me afecta. Estaba pensando en lo increíblemente fácil que era escapar cuando estábamos juntos. Nos complementábamos a la perfección y ese era un hecho que ni el abuelo, por más que me odiara, había podido negar. No necesitábamos trazar planes, ni siquiera hablar, siempre sabíamos lo que haría el otro.

Entramos en la caballeriza y buscamos los caballos más briosos. Entendernos con los animales, era otro de nuestros talentos naturales; por lo que, estos no hicieron ruido alguno. Sin ensillarlos, los sacamos al exterior y cuando consideramos que estábamos a una distancia prudente, los montamos alejándonos a todo galope. Cuando sentimos que estábamos lo suficientemente lejos, reducimos la marcha. Iba a preguntarle sobre el viaje, sobre su misión, cuando alcanzo a ver a un atractivo joven frente a una granja.

“Ni se te ocurra”, comienza Kavi, cuando abro la boca.

—¿Podrías decirnos dónde queda el pueblo más cercano? —pregunto sólo por tener una excusa para acercarme. Viendo cómo se ruboriza, estoy a punto de bajarme del caballo, cuando un hombre de expresión amargada se acerca.

—¡Guardias, guardias! —grita al verme, intentando ocultar al chico tras su espalda. Este se asoma y se ruboriza aún más cuando le guiño un ojo antes de seguir a Kavi, quien tras lanzarme miradas asesinas ha espoleado su caballo y se ha alejado.

—Maldición —lo escucho gruñir, cuando se escucha el rápido galope de caballos que indudablemente vienen tras nosotros. Lanzo una carcajada al llegar a su lado y sé que mi hermano también está disfrutando esta nueva aventura, aunque jamás lo admita.

“¿Tienes que perseguir a todos los chicos que ves?”,
desvía su mirada del camino un segundo para mirarme con el ceño fruncido.

“No persigo a todos los chicos que veo”
explico serio, aunque sabe que estoy divertido, “persigo a los que me desean”, apenas esquivo la patada que intenta darme. “Que lo de semental, no se te suba a la cabeza”, estaba a punto de lanzar una carcajada y él a punto de patearme esta vez en serio, cuando alcanzamos a ver por el rabillo del ojo a los soldados.

—Mierda —digo al reconocer el soldado que iba a la cabeza. Era el joven guardia al que Kavi había tomado desprevenido y le había robado su espada. “Haces amigos con la misma facilidad que yo”, no recibo respuesta. Sé que le ha impactado ver la rabia contenida en el rostro del joven.

Sin volver a hablar, nos dirigimos hacia el río. Es demasiado profundo como para cruzarlo a caballo; por lo que, nos tiramos de los mismos, dejándolos libres y corremos la distancia que nos separa del caudaloso río. Un segundo antes de saltar, alcanzamos a ver que el guardia, en un último intento por atraparnos, se ha bajado del caballo y corre tras nosotros, pero no logra ser ni tan rápido ni tan ágil como deseaba.

Caímos al río y nos hundimos como rocas. Dejándonos guiar por la fuerza del mismo, nadamos bajo el agua. Cuando nuestros pulmones exigen su dosis de oxígeno, salimos a la superficie y alcanzamos a ver a lo lejos cómo el guardia otea el río. Volvimos a hundirnos y continuamos nadando hasta que alcanzamos la orilla contraria.

Salimos, arrastrándonos hasta tumbarnos sobre la hierba, respirando trabajosamente. Mi mente se llena de imágenes del guardia, cuando Kavi lo tomó desprevenido y le robó su espada; cuando galopaba en nuestra persecución; cuando corría intentando atraparnos antes de saltar. Estoy a punto de hacer un comentario burlón sobre sus recuerdos, cuando siento algo que jamás había sentido en mi hermano... desconcierto. Me levanto y le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse.

—Así que, después de todo sí recuerdas algo de las clases de etiqueta que nos daba el abuelo —señala con una ceja levantada, sujetando mi mano para levantarse, acomodándose la ropa.

—Recuerdo todo —contesto, acomodándome el cabello, pensando que ambos éramos vanidoso pero de forma diferente—. Creo que ya es hora de que me digas lo mucho que me extrañaste —lo atrapo entre mis brazos para darle un fuerte abrazo.

—¿Acaso se te olvida que estamos huyendo? —finge enojo, pero corresponde al abrazo—. Sigamos —se separa y comienza a caminar.

—¿A dónde vamos? —veo la sonrisa que intenta ocultar.

—A casa del abuelo —contesta enseriándose.

—Aquí nos separamos —me detengo y evalúo mis opciones. ¿Debería ir al norte? No, de allá vengo y creo que el ambiente aún está caliente. ¿Debería ir al sur? Me da pereza pensar en cruzar el mar, justo cuando mi hermano ha vuelto.

—¿Vas a comenzar? —detiene mis pensamientos de forma brusca.

—Sabes que tan pronto me vea a la puerta, me echará y no estoy de ánimos para discutir con él —refunfuño, comenzando a caminar hacia el oeste.

—Detente ahora mismo.

Fastidiado, me detengo. —¿Qué? —pregunto de mala gana.

—Hablaré con él, pero tienes que prometerme... No, espera, tienes que jurarme que si tiene algún pupilo no lo seducirás.

¿Jurar? Nuestros juramentos son sagrados. Luego de considerarlo unos minutos, acepto. El viejo había dicho que no volvería a hospedar más jóvenes en su casa; ya que, era una responsabilidad enorme.

En silencio y aprovechando las sombras de la noche, nos dirigimos a nuestro hogar de crianza.

Capítulo 3: El Espejo de Odessa

Posted by Kamijou Hiroki

Odessa, la ciudad con más concentración de población gitana, acababa de ser puesta en jaque por los caballeros que retornaban de rescatar el Santo Sepulcro de manos de los sarracenos. La habían sitiado ciento treinta días, hasta que el gobernador cristiano, aceptara entregar a cada zíngaro que habitase en sus calles y en las últimas 24 horas, los gitanos entregados habían sido ejecutados públicamente y estacados alrededor de la ciudad.

Las acusaciones que pesaban sobre sus cabezas eran canción antigua: hechicería, pacto con el diablo, uso de hierbas prohibidas, traducción de libros proscritos, robo, usurería, cartomancia, cosas que se consideraban juegos de niños y que la iglesa y las órdenes de caballería dejaban pasar a menos que hubiera dinero de por medio.

Sin embargo, esta vez, la ejecución de los romaníes de Odessa parecía tener un motivo oculto. Y ni el mismo gobernador supo por qué, luego de entregar a sus ciudadanos no cristianos, tuvo que sufrir el ultraje de tener a los soldados del Temple rebuscando casa por casa, algún extraño objeto que nadie le supo precisar.

A kilómetros de allí, había una persona que lo sabía.

-----------------------------------------------------------------------------------

El pasto es mullido, la hierba grana...

Seguramente me encontraba en un sueño... me esforzaba en aguzar los ojos para leer una y otra vez el verso cifrado de la nota que me vi obligado a desruir mientras caía de un alto árbol.

"No puedes ofrecerle los sentidos derrotados
Ni ocultar la verdad ante sus ojos
caminando por las cuerdas del viejo Arquímedes
dirígete al sol para encontrar el reflejo
del espejo de Odessa
si logras distinguir entre sus gritos
a aquel que esquivó las flechas de oro
entonces cerca estarás de mirar
lo que buscaba el tonelero con su lámpara"


No podía ser otra cosa, Odessa había caído a sangre y fuego. Arquímedes era el creador de los célebres prismas capaces de incendiar ciudades y esa referencia no podía ser casual. Eso ya no tenía remedio... mis esperanzas se concentraban en la última parte... "aquel que esquivó las flechas de oro", ¡sería posible! ¡alguien ya lo había descubierto! y rogaba para que mis sospechas se convirtiesen en realidad.

Nebulosamente venían de forma alternada los símbolos del papel que fue calcinado hasta su última fibra.

"Una péntada... una cruz... un báculo..."

Eran cinco y me faltaban dos, pero no me percaté de su importancia hasta que ya era demasiado tarde.

Luego, vino a mí la imagen del joven jinete de la marca... ¿era en verdad un militar?

Tenía conocimientos en ese campo, pero no lucía como un joven guerrero. Además, sus modales excedían en mucho al de los miembros de la fortaleza y para tener ese cargo anodino, dada su cuna... hum... qué caso más extraño... quizás un poco... demasiado hermoso... y si lo sometía a un análisis más acucioso era mi pregunta obligada ¿por qué un guerrero de la marca que supuestamente ha sido enviado por el alcaide, venía como si hubiera seguido mi propia ruta?, no... él me salvó por una razón... otro me habría clavado la pica en medio de los ojos. Mi misterioso muchacho ni siquiera había pensado en reclamar la recompensa.

- Sí.. de hecho es demasiado sospechoso - dijo una voz, desde la realidad.

Cuando desperté, vi a Camilo casi encima mío, con las manos apoyadas a los lados de mi cabeza y sonriente, despreocupado como siempre.

- ¡Aparta! - me revolví enfadado, cortando de plano su cercanía conmigo.

Recién vino a mi mente el collage de imágenes que trataba de olvidar. El guardia de las llaves, desnudo, disfrutando, la pelea, el río, las armaduras brillantes. Camilo usando mi nombre para despoblar el mundo de vírgenes...

- ¿Aparta?... vamos... ¿sólo por que estás teniendo sueños prohibidos con tu no-vie-ci-to? No seas puritano... déjame ver...

Eso era lo que menos extrañaba de regresar. Afuera, lejos del continente, la distancia se había encargado de cortar nuestro lazo mental o disminuírlo a simples intuiciones y me sentía libre e independiente. Aquí, frente a él, sus ondas mentales podían sondearme de tal guisa que veía mis sueños como si fueran suyos. Claro que yo también podía robar información e incluso preparar espejismos para distraerlo de la mía, pero esa lucha psíquica terminaba agotándome y era continua y permanente.

Nacidos de una aristócrata gitana, de origen turco, Camilo y yo habíamos heredado los dones que la hicieran famosa bajo diferentes nombres en las cortes ocultistas del mundo. Nuestra madre, una hermosa mujer de piel ámbar y cabellos negros de belleza excepcional, fue una gran astróloga y maga, la primera que llegó a desarrollar una teoría de alta precisión sobre los conocimientos del mundo espiritual. Su padre (mi abuelo), le permitió el acceso a todo el conocimiento del mundo antiguo. Alquimia, medicina, mitología, lenguas muertas, del que ella sabiamente se nutrió. Y fue como pocas, libre y de una voluntad indomable. Ella misma eligió a nuestro padre, un hombre cristiano y lejos de su alcance, por pertenecer a una familia noble que se envanecía de proteger los símbolos de la cruz. Sin embargo, él dejó a los suyos y ambos derrotaron los obstáculos que se imponían entre ellos, uniéndose en perfecto amor. Su muerte, al dar a luz, destrozó a nuestro padre. Apenas dos días después de su partida, el hizo también el viaje terrible al más allá.

Nuestro abuelo vendió todo lo que tenía y escapamos.

Amparados por fieles amigos, nos establecimos en un pequeño rancho en ... y allí, lejos del mundo y ocultos a la vista, empezamos nuestra crianza, entre personas que no conocíamos, pero que se portaban con suma amabilidad y trataban inútilmente de distinguirnos. Si mis capacidades no fallaban... Bazille podría no ser siquiera nuestro verdadero apellido.

- ¡No es mi noviecito! - rechacé - ... ¡qué no has escuchado la palabra privacidad! ¡en serio eres... detestable!

- Puedes decirlo en quince idiomas si quieres, pero eso no mejorará tu situación. Y con lo corto que eres, seguro que dejarás escapar a esa persona sin buscarlo siquiera... Kavi, Kavi, Kavi... me pregunto si tus cualidades amatorias no se atrofiarán si sigues sin...

- ¡Vete al diablo!

Me paré furioso. Camilo sabía cómo enfadarme. Era el único que me sacaba de mis casillas y mientras más me molestaba, más se divertía.

Lo miré directo, apartándome de él.

"Eres un..."


- ¡Kavi Jerome de Bazille ha dicho malas palabras! - se rió aplaudiendo.- ¡Bravíssimo!, por hoy estaré tranquilo hasta la cena.

- Ya falta poco para llegar a casa... recuerda tu promesa...

- Vale, no propasarse con el discípulo del viejo si es que tiene uno... a menos que...

- ¡No hay a menos que! ¡No existen condicionales! ¡Dijimos que no y es no...! Es mejor refugiarnos aquí un tiempo. El panorama pinta mal y nos deben estar buscando. Cuando las cosas se calmen, puedes irte a donde quieras, me valdrá un pepino, por supuesto - bufé.

- No lo dices en serio - sonrió mordiendo una ramita de sauce y silbando a través de ella. - ... eres demasiado bueno para desearme el mal, por más que sea tu pesadilla.

Quizás esa era la segunda cosa que más odiaba de él.

Yo había estudiado bastante para alcanzar el dominio de mi psiquis. Todavía estaba en proceso y apenas si podía manejarme a mí mismo. No sabía sembrar emociones en los demás, ni controlar sus impulsos o adivinarlos. No me comunicaba con entidades en sueños y recién empezaba a manejar los signos de mis premoniciones. Y Camilo, así mundano como era, sin estudiar nada, sin memorizar, tenía un potencial superior, que todavía prometía para más.

Sólo su personalidad libertina se interponía entre él y la ruta del conocimiento.

Y yo, que lo hubiera dado todo por tener sus habilidades, sólo podía envidiarlo en secreto.

En secreto porque había una zona negra en mi mente que no esta accesible para él, igual que en la suya podía crear su espacio ignoto. Los secretos que el abuelo depositara habían de quedar allí guardados y por eso, Camilo sólo había podido ver mis atribulaciones con respecto al guardia de la Alcaldía.

- Una lechuza... cantaba una canción... en tus sueños - me dijo fastidiado.- era un bicho estúpido con un farol o algo así...

Guardé silencio. Él lo atisbaba... y mi subconsciente rápidamente había convertido el pergamino y la carta en una lechuza, sin llegar a traicionar su contenido.

- Y tú soñaste con Dorianne Quintamar - le dije picado - ... cómo es que ese muchacho terminó gritando mi nombre más de cuatro veces en una noche... ¿ah?

- Magia - sonrió Camilo - ... yo soy, un gran experto...

Por fin el rancho de la Alcalaba apareció y elevé los brazos al cielo.

- ¡Llegamos! ¡Al abuelo le dará gusto vernos!

- A ti... imagino ya lo que me dirá.

----------------------------------------------------------------------------------

Delante de la puerta de doble hoja, toqué con el santo y seña.

- Los confines del mundo... - empezó al otro lado una voz que no tenía nada que ver con la de mi protector y se parecía a la música de las hadas.

- ... no existen, igual que el infierno y los cielos... - dije apenas.

- Traes a alguien contigo, sabes que está prohibido, ¿eres Kavi de Bazille?

- Es mi hermano Camilo y esta es mi casa... ¿dónde está el abuelo?

- Pasad y dejadme ver sus rostros.

Intercambié con mi gemelo una pregunta y pasamos. ¿Tanto secreto para ingresar a nuestro propio hogar?

Ingresamos y por fin pudimos ver al dueño de la voz.

Se trataba de un muchacho de tez tostada y cabellos de oro viejo, exhuberante y con un cuerpo delgado y proporcionado. Labios breves de cereza, ojos dorados de pureza y claridad sin comparación. De estatura mediana y cutis saludable. Vestía un enterizo negro ceñido a las formas de su cuerpo, que se perdía bajo una túnica blanca que llevaba encima, sujetada apenas con un cinturón de cobre. Se notaba educado y cortés, pero receloso, dada la primera vez que nos veía. Ese era el nuevo discípulo del abuelo.

"Olvídate de la promesa..."

Escuché claramente el pensamiento de Camilo.

- Yo soy Kavi de Bazille - dijo adelantándose para tomar su mano. El muchacho no dejó que se la besara sino que retiró ágilmente los dedos, con tanta suavidad que no parecía un leve desaire.

- ¡Yo soy Kavi de Bazille! - reclamé - ¡Este es mi hermano gemelo, Camilo! Y deseo ver a mi abuelo... dónde está... y por cierto, joven estudiante - señalé con el dedo gordo - mucho cuidado con ese de allí, es un terrible seductor.

Mejor ponerlo sobre aviso, porque Camilo se lo estaba comiendo con los ojos y eso podía terminar mal.

- ¡Qué tanto escándalo! ¡Quiénes han llegado, Jared!

Escuché venir al abuelo. Su bastón no disminuía la fiereza de sus pasos.

Antaño había sido fortísimo, pero los años y las horas dedicadas al estudio y a la búsqueda desesperada de un misterio, minaban sus fuerzas y le envejecían más. Aún así era un maestro inflexible y severo.

- ¡Abuelo!

- ¡Kavi... hijo mío! ¡Gracias a los poderes que llegaste a salvo!, ven... mira a tu abuelo... estás más delgado... y por lo que me dicen tus ojos... traes importantes noticias...

- Así es...

- ¡Saludos! - dijo sin inmutarse Camilo y esta vez, el rostro del maestro alquímico se desfiguró y cruzando la sala llegó hasta él y le dio un golpe que lo tumbó.

- ¡Infeliz! ¡Te atreves a mostrar la cara en mi casa!

- ¡Camilo! - grité yendo a levantarlo. Después de todo, yo lo había traído y me sentía culpable de su recibimiento.

- Quien se va... no tiene derecho de regresar... Inmaduro, ya sé lo que hiciste con el limpio nombre de tu hermano... y cómo casi es ajusticiado por causa tuya... ¡toda tu raza habría sufrido una pérdida irreparable!... siempre has sido un egoísta y un vividor. Eres la vergüenza de esta familia. Qué bien que tu madre no vivió para ver en lo que te has convertido.

Jared pasaba la vista de un rostro a otro.

Me arrodillé ante mi protector, interponiéndome entre él y mi gemelo.

- Basta... Te lo suplico abuelo, permite que se quede. Se comportará, me ha hecho una promesa de sangre. Además, será beneficioso para nosotros si nuestro rostro permanece lejos del público por un tiempo.

- Siempre prudente... Kavi... lo haré sólo por ti... y hay una razón superior que me obliga a guardarlo, llévalo a sus habitaciones. Será transitorio. Que quede claro... que no estoy feliz de verle. Cuando termines, ven a verme al despacho, necesito conversar a solas contigo...

Salió con el rostro ceñudo y preocupado.

- ¿Estás bien?

- El viejo todavía golpea... nadie se lo pensaría viéndole arrastrarse de esa forma.

- Camilo... - observé reprobando sus comentarios.- No es que no hayas merecido su recibimiento. Escapaste y aunque no lo dijo, te buscó incansable...

- Y las primeras noticias que obtuvo de mí no habrán sido halagadoras.

Le ayudé a levantarse y fue directo hacia el muchacho que no se había movido y no decía palabra.

- Así que tu nombre es Jared... - sonrió limpiándose la sangre de los labios y volviendo a la carga.

- Jared - le sonreí sujetando a mi hermano - ...puedes ir a descansar... nos veremos después.

El de ojos dorados como el sol, se inclinó, retirándose, escapando como un ave.

- Vamos a tu habitación, Camilo - dije halando de él hacia el otro lado. Y no olvides tu promesa...

- Pero no sabía que se trataba de una preciosura así... es injusto...

- Hey...

- Sólo le estaba preguntando si Jared era su nombre... no te pongas así... mira que interrumpir cuando dos personas se están conociendo.

- Compórtate...

- Siempre lo hago. Sé perfectamente cómo debo portarme con él.

--------------------------------------------------------------------------

Las sombras de la chimenea eran lo único de iluminaba la habitación. El abuelo miraba el fuego desigual, como si leyera extraños designios.

- Señor...

- Kavi.

Jamás nos había confundido. No necesitaba leer en nuestros aros quién era quién. Su conocimiento era absoluto y solía descubrir rápidamente las suplantaciones que trataba de hacer de Camilo, cuando él escapaba al campo con los tutores que seducía y me dejaba para asistir a sus lecciones.

- Kavi... no tengo mucho tiempo... necesito que seas fuerte...

- Abuelo...

- Kavi... mi muerte se acerca... lo he podido ver claramente...

- ¡No!...

- Escucha... la guerra que temíamos... para la que has sido preparado, está a punto de empezar...

- ¡La guerra!

- Te dije que era un mito, un cuento, una ilusión, te hice pensar en su simbolismo, pero no me atreví a decirte que era real... te he mentido tanto, Kavi... quise protegerlos... a ti y a Camilo... y ahora...

Nada tenía sentido... qué confesión era esa...

- Odessa ha ardido... y se ha abierto la Puerta del Destino...

- ¡El espejo de Odessa! - exclamé, contándole y reproduciendo palabra por palabra la nota que traía para él. Le hablé de los signos y de los dos que no había podido ver.

- La ciudad ha caído, igual que nuestros hermanos, pero se ha rescatado el espejo. Los Rosacruces no han podido tomarlo. Providencialmente, una antigua seguidora de tu madre, tuvo una visión y ella le trajo aquí.

- ¡Nosotros tenemos el Espejo!

- Por supuesto.

- ¡Y dónde está! ¿Cuál es su naturaleza?

- Lo acabas de conocer apenas entraste a la Alcalaba...

- ¡Qué!

- El Espejo de Odessa, es Jared... y cuando te explique por qué, comprenderás la importancia que jugarás en esta guerra...

--------------------------------------------------------------

Salí con fiebre alta de allí.

¡Jared era...!

El abuelo había sellado mi angustia, colocando un espejismo y comprendí por qué estaba tan contrariado con la venida de Camilo. A través de mí, él tenía la posibilidad de acceder a cierta información que por seguridad debía estar fuera del alcance del resto de mortales.

Saliendo al balcón sentí las cortinas batiéndose y de pronto, el mismo Jared apareció, como si necesitase aire.

Al verme, sin mediar otra acción, me dio una bofetada tremenda, de la que me costó recuperarme.

- ¡Nunca en tu vida intentes volver a besarme!

- ¿Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh?

Mi cara de desconcierto lo hizo enrojecer entonces y aguzando la vista en la oscuridad preguntó:

- ¿Señor Kavi?

Subí y bajé la cabeza.

- ¡Oh, cuanto lo siento! ¡En verdad, creí que era...!

- ¿Camilo?... ¡Ahora va a ver! ¡Ese maldito!

- Eeeespere... yo lo acusaré con su abuelo... no se peleen esta noche, usted está muy cansado... no quiero causar problemas.

- Los problemas los tendrá él y muy graves... ohhh

Me arrodillé ante él, rindiéndole homenaje.

- No tema, señor, yo le protegeré. Usted... es...

- Shhhh...

- Sabe que moriría por usted...

- Mantengamos mi identidad en secreto... es necesario... no se lo diga ni siquiera a su hermano.

- Lo tendré en cuenta, majestad. Cuente conmigo...

A pesar de sus frases conciliadoras, fui directamente a encarar al terrible Camilo antes de que se le ocurriese otra estrategia.

Ese era, definitivamente un hombre que no podía tener.

Y si las cosas llegaban a mayores debía proteger al Espejo de Odessa por sobre mi propia familia.

Capítulo 4: Recuerdos

Posted by Kamijou Hiroki

No debí dejar que Kavi me convenciera de regresar a casa del viejo. Sí, su casa, como me dijo cuando me corrió. Pero extraño a mi hermano, hemos estado separados demasiado tiempo y no quiero alejarme tan pronto. No ahora que se ve tan interesado en un hombre, desde...

Camilo se colocó bocarriba en su cama, incómodo por el camino que estaban tomando sus pensamientos.

–Kavi, me la vas a pagar, sabes que estas paredes contienen demasiados recuerdos, conocimientos y secretos molestos –refunfuñé, mirando la representación del universo que el abuelo había hecho que sus pupilos dibujaran en la habitación que compartimos, cuando huyó con nosotros y se estableció allí. Sonreí, llevado por los recuerdos de nuestra niñez.

¿Por qué dejamos que nos distanciaran así, Kavi? Fuimos felices. Antes de hablar, ya nos comunicábamos en nuestro lenguaje personal. Jugábamos a las escondidas con los pupilos del abuelo. Cada día, era una aventura, hasta que...

Camilo volvió a colocarse de lado en la cama. Frunció el ceño, molesto consigo mismo por dejar que aún le afectaran los recuerdos. Buscó con su mente a su hermano, pero estaba encerrado con el abuelo y no quería saber lo que hablaban. Hubiera podido descubrirlo con facilidad, pero si el viejo no quería que él lo supiera, mejor para él.

Maldito viejo. Él había sido el culpable de que con los años comenzáramos a distanciarnos. Él con su incesante manía de señalar nuestras diferencias. Camilo, eres salvaje como tu madre. Kavi tienes la elegancia de tu padre. Camilo, esto es como respirar para ti, pero no para tu hermano. Nada de juegos, él tiene que estudiar. Así, poco a poco, fue haciendo consciente a Kavi de sus limitaciones, creándole un complejo que no debió de existir en primer lugar.

Camilo volvió a colocarse bocarriba, recordando cómo siempre parecía saber todo antes de que se lo explicaran y cómo solían mirarlo Kavi y el abuelo en esos momentos. Había sido precisamente por el dolor en los ojos de su hermano y el fastidio en los ojos de su abuelo que había comenzado a actuar indiferente ante todo lo que era importante para el viejo. Era un niño, pero quería defender a su hermano, sólo que no sabía cómo hacerlo cuando este idolatraba al hombre.

Kavi, ¿a quién miras tanto?, preguntó a su gemelo a los quince años. Gracias a un repentino viaje del abuelo, habíamos vuelto a conectar. Ahora, pasábamos mucho tiempo en el tejado, luego de escaparnos por la ventana de nuestra habitación, hablando sobre nuestro futuro. Huiríamos juntos... claro, primero tuve que prometerle que lo dejaría terminar sus estudios con el viejo... y seríamos grandes aventureros. Nuestras odiseas serían conocidas por todos. Fue durante una de esas tardes que Kavi volvió a quedarse silencioso de repente, mirando a alguien a lo lejos. Sabía a quién miraba. Hacía días que lo había captado, pero lo que no entendía era por qué miraba tanto al pupilo del abuelo.

–Kavi, Kavi –Camilo sonrió al acordarse del primer hombre que había puesto el mundo de su hermano de cabeza. Aunque el joven provenía de una respetable familia cristiana, había quedado repentinamente huérfano y había buscado refugio allí. Para ellos, había sido una sorpresa que el abuelo le diera asilo y cuando intentaron preguntar por qué, él los mandó a callar–. Maldito anciano –refunfuñó, levantándose de la cama, caminando hacia la ventana. Mientras observaba la noche caer, los recuerdos regresaron.

Kavi había comenzado a verse a escondidas con el pupilo. Camilo se sentía feliz y extraño. Los sentimientos de su hermano fluían fácilmente a su mente. Fue por eso que, cuando regresó el abuelo, se volvió el cómplice de la pareja de enamorados sin que estos se lo pidieran, pero agradeciéndole en silencio. Había sido entonces, cuando había comenzado a “seducir” a los tutores para mantener la atención del viejo en él. Al comienzo, sólo hablaban. Con los años, comenzó a aventurarse a más y más.

Por desgracia, todo lo bueno llega a su fin y un día, el abuelo cansado del extraño comportamiento de Kavi, quien apenas lograba ocultar su enamoramiento, decidió seguirlo. Camilo se dio cuenta y antes de que este encontrara a su hermano en brazos del joven, lo buscó y lo abrazó él.

–Eres un depravado –dijo, cruzándole la cara con una violenta bofetada que le sacó lágrimas de los ojos–. Estoy cansado de fingir que no veo lo que haces con otros hombres –continuó, mirando con asco del pupilo a su nieto. El pupilo, avergonzado, salió de la habitación–. No te quiero cerca de tu hermano. Él es un joven íntegro, intachable, que sí desea aprovechar sus talentos. Lárgate y no vuelvas –fueron las últimas palabras que le dirigió el viejo, señalándole la puerta.

Camilo jamás le dijo a Kavi qué había sucedido y el abuelo le había contado una historia falsa, que él había huido y él había intentado encontrarlo sin lograrlo. Esa noche, tanto él como el pupilo habían sido echados de la casa. Sintiendo la desesperación de su hermano por su amante perdido, había intentado encontrar al joven, pero este había desaparecido de la faz de la Tierra. Dato que jamás le había comunicado a su hermano, cuando un año después se encontraron en unas tierras cercanas y reanudaron su relación fraternal.

–Viejo, sigues intentando mantenernos separados con tus secretos. Pero tú y yo sabemos que me tocará cuidarlo, mientras él cuida eso que le estás confiando. Somos una unidad, lo sabes. Separados, su vida correrá peligro y por él, óyelo bien, maldito –Camilo se paró en el medio de la habitación, serio, increíblemente serio–; por él, utilizaré todo el poder que duerme dentro de mí. Porque él es mi hermano, mi sangre y merece estar a salvo y ser feliz –rugió, tirándose en la cama con una gran sonrisa al sentir el respingo que había dado el viejo.
Oh, sí, siempre había podido colarse en su mente. Sólo que nunca le había interesado hasta ese momento.

–Oh, oh –Camilo sintió la bofetada y los pasos molestos de Kavi. No había fallado a su promesa de forma inconsciente. Pero, claro, su hermano jamás le creería. Además, no podía explicarle.

Lo cierto era que cuando sus ojos se habían topado con la mirada de Jared supo que su vida no volvería a ser igual y vio el reflejo de secretos más antiguos que la vida misma. Y, lo cierto fue que, se aterró y por eso volvió a su papel de Casanova. De esa manera, mantendría a Jared lejos de él y ambos estarían a salvo de lo que podría ser un fuego que los consumiría hasta las cenizas. Y sentía que el mundo necesitaba a ese joven y sabía que él podría llegar a necesitarlo de la misma manera o incluso más. Por amor a su hermano, por la promesa que le hizo, por la tarea que el viejo le había encomendado esa noche, por la misión que siempre supo él e tocaba, protegerlo, no podía enamorarse.

–¿Yo enamorado? –lanzó una carcajada. Jamás se había enamorado. Sus padres se amaban y los habían dejado solos con ese amargado anciano. Su hermano amaba al pupilo y este no había dudado en desaparecer a la primera dificultad. No, él no se enamoraría ¡jamás!

Cruzó los brazos tras su cabeza y las piernas a la altura de los tobillos y contemplando el universo en el techo de su habitación, se preparó para la discusión que tendría con Kavi.

Capítulo 5: A Fuego Vivo

Posted by Kamijou Hiroki

Introducción:

La luna ya se había asomado en lo alto, redonda y blanca, reinando cual señora de un cielo despejado y penumbroso por su causa. Abajo, la sombra triple de la Alcalaba llegaba a tocar la de los cerros y árboles que la rodeaban y dentro, cada muro y cada tapiz tomaba ese color azul mágico que la hacía digna del simbolismo y la leyenda del más allá.

Kavi traspasaba los arcos con la expresión enfadada. Luego de asegurarse que Jared estaba a salvo y a buen recaudo en sus habitaciones y que podría fácilmente acudir a él, retornaba sobre sus pasos para ingresar en el cuarto de Camilo a tener una pequeña charla, donde le sería bien dado recordarle cuáles eran los límites impuestos en torno a la persona que les daba el honor de compartir su presencia.

- No sea muy severo... - había rogado su Majestad, el zení Jared, la Promesa, escrita hace tantos siglos en miles de libros de texto.

Y Kavi tenía que reconocer que los signos se estaban cumpliendo al pie de la letra y que las esperanzas de su pueblo renacían como las cenizas del fénix en el corazón de ese muchacho tan bien instruído y de asombrosa brillantez. Sí... el largo sueño acariciado por los romaníes... el tener una nación y un rey... el desechar las falsas leyendas de ser descendientes de la raza de Caín y por ello vivir errantes y cautivos del aire... no, eso era mentira. Antes, habían sido sabios y los dioses, celosos y preocupados por sus avances en las artes de los elementos habían dispersado los miembros de la comunidad por los cuatro rincones del mundo. Borrando las pistas de sus gobernantes y dejando en clave la ubicación de la Ciudad Sagrada, del Axis Mundo o punto de reunión del Inframundo, el Mundo y el Supramundo. Ese nudo... era su patria... y el Príncipe Perdido, el Espejo de Odessa, era su Amo y cuando ambos estuviesen juntos, la llave y la Puerta, los gitanos retornarían a la nación más poderosa de la tierra y las antiguas profecias se cumplirían en un mundo de paz que no tendría fin.

Años sentado a la chimenea con el abuelo le habían enseñado a ser paciente. Incluso a considerar esa misión como imposible. Pero la existencia de su señor y la posibilidad de encontrar el Axis Mundo estaba alli. Y todos los recuerdos de las imágenes sublimes que habían poblado su juventud se despertaban, así como los idiomas que dormían en su lengua. Griego, arameo, árabe, latín, dialectos extraños y fórmulas, todo estaba allí, esperando, y se dio cuenta que toda la vida había estado listo para lo que iba a suceder.

Eso trascendía a cualquier capricho de cuerpo.

A cualquier deseo inferior y mundano.

Y claro que estaba implícito que era mucho más grande que el infame seductor de Camilo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Ni me molesté en tocar la puerta, simplemente rompí el cerrojo con el ganchillo de plata que llevaba entre los dedos y entré tratando de conservar cierto nivel de autoridad.

- ¿Kavi? - preguntó Camilo sin incorporarse, apenas levantando la cabeza que descansaba en los brazos flexionados. - ¿Abrir mi puerta sin llamar es parte de "los excelsos modales" que siempre te alaba el viejo?

- Sabes perfectamente cuál es el motivo de mi venida.

- En eso te equivocas, no tengo la menor idea... - rió gravemente y sin inmutarse - pero dime, hermano, qué falta he cometido para tener el honor de su visita - esto lo pronunció con cierto tono ceremonioso y un visillo de gusto por ver más mi rostro contrariado.

- ¡Lo primero que te dejé bien claro es lo que me trae aquí! Explícame, "querido hermano", por qué rayos, Jared acaba de darme una bofetada a mano abierta con la advertencia: "nunca vuelvas a intentar besarme".

- Oh... no lo sé - susurró girando hacia un lado y dándome la espalda, minimizando mi comentario y haciéndome entender que le importaba un comino la embajada que me traía al pie de su cama.

- ¡No lo sabes! ¡No lo sabes! ¡Pues es obvio! ¡Y para refrescarte la memoria lo voy a resaltar! - grité sacando la espada y colocándola en el cuello de Camilo sin darle oportunidad ni de respirar - ... Jared... es...SAGRADO... ni siquiera toda tu persona vale lo que un solo cabello de su cabeza y si te atreves a seducirlo... voy a tener... que matarte. Y lo digo en serio, Camilo. Si supieras lo que representa para nosotros... tengo tu palabra y pienso cobrármela con sangre...

Camilo me reprochó sólo con los ojos.

No podía moverse, así, acorralado así que se limitó a enviarme sus pensamientos con pasmosa indiferencia.

- Vale, ya entendí, si te gusta Jared no tenías que montar ese teatro.

- ¡NO PODRÍA GUSTARME JARED!, estúpido - por mi parte sí seguía empleando mi sonora voz - ¡A nadie podría gustarle!, él está destinado a cosas muy diferentes y es precisamente por eso que quiero que lo dejes en paz y no interfieras.

- ¿Y por qué no podría gustarle a nadie? Si me pides mi opinión yo creo que está riquísimo y...

- He dicho... NO interfieras...

- Lo intentaré con toda mi buena voluntad. Pero es alentador que por alguna vez salgas a sacar la cara por un bello muchacho...

- Cállate.

- Estoy callado...

- ¡Oh, eres imposible! - dije quitando mi arma de su cuello y haciéndole una señal con los dedos de cómo terminaría si se rebelaba contra su promesa.

Cuando le di la espalda disparó el dardo que tenía preparado.

- ¿Jared es mas ardiente que los libros en los que andas metido todo el día?

- Vete al diablo - le respondí encogiendo los hombros y haciendo una señal de despedida. Me alejé por el pasillo y fui a montar guardia a la biblioteca, al lado de la habitación de Jared. Si Camilo quería pasarse de listo me encontraría en primera línea, armado y furioso.

"Mas ardiente que los libros"

No existe de hecho nada mas ardiente que los libros.

Los libros no te abandonan. Los libros no cambian. Los libros no olvidan el amor. Los libros no te olvidan.

Los libros son seguros. Se dejan acariciar dócilmente y en sus hojas, está el alimento del espíritu.

Sentado en el fuego de la gran chimenea, admiré los lomos brillantes de hilos dorados que habían alumbrado mi conocimiento. Y me pregunté por qué Camilo había sido tan reacio a dejarse llevar por la magia de esos queridos amigos. Tampoco podía explicarme su rechazo hacia las clases del abuelo que a mi modo de ver eran interesantes y de carácter sublime y apasionado. La alquimia y heráldica, los manuscritos antiguos, mitología sagrada... una caja de sorpresas y símbolos para los entendidos... y entre todo eso...

Me levanté a tomar un libro y se deslizó la hoja olvidada y antigua de cierta caligrafía por mi muy conocida. Terriblemente familiar.

Era un criptograma...

Nosotros solíamos comunicarnos así...

Pero cómo...

"Esta tarde bajo la sombra de los altos olmos, durante el descanso, frente al lago"

"Myriel"

Retrocedí ante el lanzazo, del pasado que se erguía ante mí. De todas las combinaciones, de todos los objetos, de todas las casualidades, la suerte había determinado que precisamente en esos momentos, el papel prohibido llegase hasta mí.

¿Por qué? ¿Por qué entonces? ¿Por qué despertaba el durmiente de esa forma?

Los sellos internos de mi pecho rugieron dentro de las marcas de sus goznes.

Llevaba en casa temporadas enteras pensando que todos los criptogramas habían sido quemados en esa gran pira del jardín...

Retrocedí para lograr sentarme, al tiempo que mis sienes latían atormentadas. Myriel... Myriel... por qué retornaba para provocarme...

Di un respingo repentino y me erguí.

Camilo...

Se debía a él.

Mi ser intelectual había enterrado por entero a mi ser sensible y que Camilo estuviese tan cerca mío hacía girar la rueda hacia la oculta faz de mi ser. Y debido a eso, me convertía en imán de antiguos recuerdos. Estando solo, no tenía peligro, junto a él, mi propia vida empezaba una reacción en cadena.

- Myriel...

No había querido pensar en él...

Utilizando los rudimentos aprendidos del control que mi abuelo me había enseñado, llegué a desarrollar una serie de sellos a fin de proteger a mi propia persona de aquel recuerdo trágico.

Y sin embargo tenía una sed increíble de ver las imágenes que antes lograra suprimir.

- Myriel...

Tomé el pergamino del piso y no pude evitar aspirar el olor mortecino de sus manos.

Y mi primer sello de memoria fue abierto.

Cerrando los ojos vi su rostro. Tal como era cuando me esperaba bajo los olmos, en secreto, durante nuestras breves pausas.

Myriel había llegado una mañana húmeda y triste, con el rostro cubierto con una venda, en un carruaje romaní. El abuelo dijo que era familiar lejano de nuestro padre y de inmediato fue admitido como su pupilo.

Quien deslizó el nudo de seda fui yo. El primero de ese nuevo mundo que él vio. Y su expresión de tranquilidad detuvo el tiempo para mí.

Así nos conocimos y mucho antes de compartir nuestras sesiones en silencio y de sonreírnos a espaldas del temible tutor, compartíamos esa conexión tan diferente de mi fraternal intuición. Y pronto me aficioné cada vez más a ese muchacho de cabellos rubios que contestaba con tanta corrección a las preguntas más difíciles y tenía un espíritu mágico y una sed de aprendizaje que rivalizaba con la mía. Era impresionante ver el celo y la seriedad de su empeño, además de sus vastas cualidades en el arte. De inmediato pasó a convertirse en mi persona más amada y enloquecí emocionado ante mi primer amor.

No supe nada de nadie en ese tiempo. Nada veía yo que no fueran los mensajes misteriosos de Myriel. Nada vivía sino los escasos minutos que podíamos robarles a los maestros para sentarnos bajo los árboles para apenas atrevernos a tomarnos de las manos, en una ignorancia total de la malicia y el aspecto apasionado de la carne.

"¿Qué prodigios lograremos ver durante nuestro avance en el viaje Imaginal?" - solía preguntar emocionado, con el pecho de ave hinchándose y dejando escapar suspiros al aire.

Prodigios... ¿existían prodigios distintos a sus ojos, a sus manos, a sus cabellos, a toda su persona?

Enmudecía yo... y besaba su mano, maravillado por las infinitas cosas que me hacía sentir.


Abrí el primer botón de mi camisa. La biblioteca se encendía llena de fantasmas que brillaban paseando y desordenando los libros de poesía.

Con el ansia de recordar nuestro primer beso, dejé correr el segundo sello de memoria...

Allí estaba Myriel apoyado en la base del árbol, mirando el atardecer, abandonado a sí mismo, con el cabello más dorado que nunca.

- Nunca soñé con una felicidad como esta, Jerome... - susurró usando mi segundo nombre, como hacía siempre que estábamos solos.

A su lado, yo, completamente fascinado, me dejé guiar por el impulso arrebatado de mi sangre gitana y me acerqué a robarle un beso. Mi brazo pasó bajo su cintura, arrebatándolo para mí, tocando su piel como nunca lo había hecho antes, brillando en sus labios y uniéndome en cuerpo y alma a su ser, olvidando absolutamente todo lo que había aprendido y entregándome rendido a la belleza sublime de su ternura...

El sol terminó de morir en el escenario para cuando pudimos separarnos y salían los primeros luceros. Ignoro por qué el tutor de turno no salió furioso a buscarnos...

Abrazados, emocionados, entregados a la primera manifestación pura de amor, hicimos promesas increíbles y temerarias. La luna y los luceros no fueron suficientes, prometimos el infinito y lo que había más allá. Vencimos a la muerte, a la tristeza, a los elementos...

- El abuelo no lo permitirá - susurró Myriel deteniéndose por un minuto. - ... jamás tendremos su aprobación.

- Entonces nos iremos lejos - dije seriamente - ... abandonaré todo por ti. Dejaré la Alcalaba y viviré contigo donde sea, bajo cualquiero condición. Myriel, te amo... te amo... ¡te amo Myriel!...

- Jerome...

Otro beso selló nuestro pacto... irnos lejos... vivir humildemente...

Se lo revelaríamos a Camilo y seguramente él estaría de acuerdo... y después...


Me levanté y di un breve paseo por la biblioteca con la cabeza ladeada.

El tercer sello de mi memoria no deseaba ser tocado... no podía...

¿No quería hacer volver el motivo por el que no hubo un después?

Con el último mensaje de Myriel en las manos me dirigí hacia la tea encendida. Pronto las lenguas de fuego lamieron el papel hasta desaparecerlo.

Así, de esa forma debía también irse lentamente toda referencia a quien fuera él. Las visiones torturantes como la negra desesperación constituian mi secreto mejor guardado... después de eso tomé todas sus cosas y las vi arder en una pira pura de fuego ardiente. Así era mejor... las llamas purificaban y dejaban olvidar...

- Myriel... en qué... nos equivocamos... en qué te fallé... ¿no fue suficiente mi amor para ti?... Myriel... aún no sé por qué... por qué te fuiste... aún no sé por qué...

- ¿Señor Kavi?

Me giré rápido al tiempo que el último rastro de papel terminaba de dejar una huella ligera entre mis dedos.

- Su Majestad... ¿algún problema ha surgido?

- Ha sido mi maestro quien me ha indicado que viniese en su busca. Dijo que en breve nos reuniríamos los tres.

- Um... es extraño...

- Antes... disculpe la intrusión... antes... usted había dicho... "Myriel"... ¿es una persona que debe venir? ¿es... importante?

Sonreí beatífico. Mis sellos se cerraron lentamente. No podían verse pero al ser parte de mi energía espiritual seguramente él podía sentirlos. En realidad era todo un príncipe gitano. Aún cuando no pudo ser educado como tal por estar ocultándolo constantemente, en la Alcalaba estaba desarrollando rápidamente sus habilidades natas.

- No es nadie que exista ahora.

- Oh... lo lamento. Lo estaba llamando con tanta intensidad, que pensé... bueno... es algo triste para usted... es algo... que ha dejado huellas perennes en los espacios de la casa... lo pude sentir... en el jardín... bajo los olmos.

Asentí guiándolo al sitial de descanso.

Era impresionante ese joven. Sí, mi futuro rey podía atisbar las huellas que estaban impregnadas. Entonces, al final, no era Camilo quien despertaba a Myriel en mí, sino el Príncipe, quien sin querer, en su alegre inexperiencia, avivaba todos los rincones de la casa.

- A pesar que lleve esos sellos... no podrá borrarlo... el amor que emana de esas marcas...¡disculpe! - casi gritó Jared contrariado - ..., no es educado entrometerse en asuntos privados.- dijo mirando hacia la mortecina luz de la vela.

Sí... todo cobraba sentido con Jared. Era el ideal que pretendía alcanzar. A su lado, hacer que los sacrificios vividos en mi juventud valiesen la pena. Yo sabía que era mi destino el que había terminado alejando a Myriel de alguna forma. Y que por él... había sucedido aquella desgracia cuando logré encontrarlo. Porque el tercer sello protegía mi secreto más firme, el más terrible y el más oscuro.

Myriel ya no existía.

Y su asesino...

Era yo.

- ¿He llegado a ofenderlo con mis preguntas, señor Kavi? - susurró disculpándose.

- No lo ha hecho, su Majestad... y tiene toda la razón... esas son marcas que no pueden ser borradas.

- Aquí están ya... - dijo con voz grave el abuelo, llevando consigo el libro de Invocaciones.- apresurémonos... las horas siguen corriendo en nuestra contra.

- ¿Qué puede suceder para precipitar estos acontecimientos? - pregunté extrañado.

- Guarda silencio y obedéceme, Kavi... esta es una emergencia... prepara tu espíritu... los tiempos difíciles han llegado y vas a necesitar todo tu valor para hacerles frente como mi heredero.

- Abuelo...

Jared parecía estar plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo.

- Arrodíllate ante nuestro señor, Kavi y toma su mano derecha. - indicó el anciano golpeando el bastón contra el suelo.

Aquello que iba a empezar... lo conocía bien... pero no era posible... no... ¿se equivocaban las ilustraciones de los textos de mis antepasados? ¿Esa ceremonia no daba lugar ante un consejo y el pueblo romaní en una plaza circular? La fiesta engalanada, las flores, las danzas...

- Kavi...

- Pero... no... eso quiere decir... - retrocedí rechazándolo apenas con un gesto.

- Debes jurar solemnemente proteger al Príncipe... y... tomar lo que te ofrezco...

- ¡No lo quiero!, ¡No ha llegado tu hora! ¡Esto no puede hacerse sin los ancianos...!

- ¿No recuerdas cuál es la otra condición? - afirmó enérgico el abuelo.

- Un miembro... de la familia real... pero... ¡jamás pensé que!... no estoy listo... no quiero perderte...

- ¿Crees que soy un viejo débil al que puedes tenerle pena? Vamos...

- Pero de repente, de esta forma... nuesto pueblo no lo creerá...

- Eso es irrelevante. Esta ceremonia es absolutamente válida... ahora... - dijo posando su mano temblorosa sobre mi cabeza - ... yo... Uriel, el Gran Maestre, transmito mi cargo a mi heredero de sangre por línea materna, al varón de mi casa, Kavi Jerome el nuevo Dur-an-ki, presente aquí, a quien he revelado la absoluta ciencia y ahora, otorgo en herencia, los secretos y las visiones de mis antepasados para que lo guíen en la travesía que estaba escrita desde antes que naciese.

- Abuelo.

Un dolor profundo me invadió. Eran agujas llenas de hielo clavadas en el cuerpo, era sufrimiento y gritos. Amaneceres, Caos, Cosmos, terribles carcajadas de los dioses, eran golpes de mar, cielos, bellas huríes, estirpes, guerras, tambores, y ciudades con símbolos que no llegué a decifrar... caída, sombras, festividades, luces de colores, puertas, una espada ardiente... y luego, al caer al piso, fui levantado amablemente por Jared.

- El conocimiento que has recibido... debes guardarlo como el bien más preciado de la tierra.

- Señor...

El abuelo tuvo que apoyarse en su bastón. Estaba pálido y exhausto.

- ¡Abuelo!... ¡Sabía que...!

- ¡Cállate...! ya están aquí... ellos... han llegado. Rápido, toma a Jared y empieza la Ruta... sólo tú lo lograrás... para eso te he preparado... demuéstrame... que no me equivoqué...

- ¡No voy a dejarte! ¡Es una locura...!

- No es algo que puedas elegir...

Una flecha de fuego atravesó el aire y después de ella, varias saetas encendidas hicieron arder la biblioteca, separándome en forma de muralla de la figura de quien amara como a un padre.

- ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Camilo! ¡Ayuda!

Nos estaban atacando. Surgían de la oscuridad en hordas completas de soldados... alguien nos había traicionado y el paradero de El Espejo de Odessa había sido revelado a nuestros enemigos.

La Alcalaba ardía en llamas rojas.

Ardía a Fuego Vivo.

Debleza

Posted by Kamijou Hiroki

Miraba nostálgico el paisaje a través de la ventana. Estaba inquieto; mi instinto intentaba avisarme, pero no quería escucharlo. No me sentía preparado; por lo que, mi mirada vagaba más allá de los olmos. La libertad me llamaba como todas las noches. Llevaba demasiados años durmiendo solo bajo el amparo de la luna y las estrellas. Ellas habían sido mis curanderas y mis maestras. Habían sanado las heridas causadas por el desprecio del abuelo y el dolor de dejar atrás a la única persona que me importaba, mi hermano, mi gemelo, Kavi. Ellas habían compartido conmigo todo el conocimiento que me había transmitido nuestra madre desde el vientre; el que no necesitaba aprender de los libros o de la boca del abuelo; el que sólo esperaba el momento correcto para despertar. Ellas me hablaron de los tiempos pasados, del presente y del futuro. A pesar de ser la mejor compañía que cualquiera pudiera haber deseado, extrañaba la presencia de mi hermano. He estado entre cientos de brazos, pero necesitaba la inocente familiar calidez que sólo podía brindarme aquel con el que compartí el vientre materno.

Con los ojos cerrados, recordé al par de chiquillos, que husmeando entre los papeles del abuelo, había leído la historia de su singular nacimiento. Según sus anotaciones, yo había sido el primero en nacer.

--Parece que se le ha atorado una mano --señaló angustiado nuestro padre al ver que efectivamente mantenía una dentro del cuerpo de nuestra madre.

--Sujétale el brazo y tira suavemente --sugirió el abuelo, quien estaba presente por azares del destino.

Nuestro preocupado padre había sujetado mi brazo y con suavidad había tirado de él, haciendo que yo comenzara a llorar.

--Heredó el carácter de su madre --había comentado el abuelo.

--No lo estoy lastimando --había aclarado nuestro padre.

--Ese llanto es de enojo, no de dolor. De hecho, creo... --el abuelo había enmudecido al ver finalmente mi mano.

Asombrados, el abuelo y nuestro padre habían observado cómo sujetaba el pie de mi hermano.

Mi madre había reído feliz y en ese instante nos había regalado nuestros nombres. --Camilo, serás incomprendido y odiado por muchos; pero eso no te afectará, pues junto a tu hermano lograrás lo inimaginable. Muchos te desearán por tu salvaje belleza, valor, fuerza y poder. Sin embargo, en tu corazón sólo habrá espacio para el amor puro hacia tu gemelo y el amor apasionado hacia quien debería ser prohibido --aquí el abuelo había escrito entre paréntesis que nuestros padres se habían mirado y sonreído, cómplices amantes--. No desearás la gloria ni te importará vivir a la sombra del poder de tu hermano. Sólo tú conocerás su fragilidad y por eso serás el protector de Kavi --había dicho sonriendo mientras miraba al otro pequeño, que dormía aparentemente ignorante de hallarse ya fuera del vientre materno--. Kavi, amarás las letras. Serás elegante, pero demasiado apegado al autocontrol. Sufrirás profundamente por la culpa y las enormes expectativas que te impondrán otros y que te impondrás a ti mismo. Adquirirás conocimientos sin fin y estarás a cargo de una misión demasiado grande para alguien tan joven. Pero saldrás airoso, porque junto a tu hermano, ese al que amarás y odiarás por desafiarte a ver la vida desde otra perspectiva, lograrás lo que se te ha sido encomendado. Amarás y perderás tu primer gran amor, pero la vida te dará otra oportunidad. Aunque Camilo y tú pasen una temporada alejados, manténlo siempre a tu lado, pues él te ayudará a comprender que las segundas oportunidades son vitales en la vida --otra anotación del abuelo entre paréntesis indicaba que nuestra madre había reído suavemente--. Intenta apoyar a tu hermano, como él te apoyará a ti, cuando se enamore. Él estará más aterrado que tú, aunque por razones diferentes --al concluir, nuestra madre nos había besado en la frente y luego nos había entregado a nuestro padre y abuelo antes de cerrar los ojos para siempre.

Al llegar a esa parte de la narración, Kavi y yo nos habíamos abrazado y llorado. Esa fue la primera vez que la habíamos sentimos “real” en nuestras vidas. Luego, habíamos salido corriendo para evitar que el abuelo descubriera que habíamos estado leyendo su diario.

En aquel momento, éramos demasiado pequeños para entender lo que habíamos leído. Con el paso de los años, ese recuerdo había quedado escondido en nuestras mentes. Pero esta noche, todos los recuerdos se volvían en mi contra.

Me alejé de la ventana, pensando en cómo el amor destruía. Nuestra madre había muerto al darnos a luz, por amor. Nuestro padre había desaparecido a los pocos días; unos decían que se había suicidado porque sin ella no podía vivir; otros decían que había enloquecido de dolor y había perdido la cordura. Lo que yo sabía era que se había olvidado de nosotros y nos había dejado con el abuelo, quien nunca nos vio como niños, sino como “destinos”.

--El amor es una trampa para destruir voluntades --dije, recordando cómo nunca había dormido acompañado y nunca lo haría. Había sentido el dolor de Kavi con la partida de su amado y luego con su muerte. No conocía los datos exactos de su muerte, pero sabía que mi hermano estaba íntimamente relacionado al suceso y no se perdonaba... y siendo como era, jamás se lo perdonaría.
Suspiré, dándole la espalda al conocido llamado de la noche. Eran demasiados años huyendo de los recuerdos, del dolor, de los poderes que bullían en mi interior. Había llegado el momento; lo supe cuando Kavi me sugirió que regresara a la casa del abuelo. Pude haber continuado mi camino, pero él no sabía lo que se avecinaba. Y yo sabía que me necesitaría, aunque no aceptara de buena voluntad mi ayuda.

--Tonto, somos dos personas completamente distintas, pero juntos... --murmuré, sonriendo al recordar la reprimenda de pocos minutos atrás. Kavi lo llamaría amenaza, pero nunca lo he considerado una amenaza más que para sí mismo--. Hermano, hermano, ¿cuándo aprenderás a ser menos inflexible? Eres demasiado estricto y rígido.

--¡Camilo! --la voz del abuelo irrumpió con fuerza entre mis pensamientos. Era la primera vez que se comunicaba mentalmente conmigo--. No hay tiempo para todo lo que quisiera decirte, explicarte, enseñarte. Sólo quiero que sepas que te amé, aunque no te comprendiera. Jamás abandones a Kavi, incluso cuando intente alejarte de su lado.

--Viejo, sabes que nací para proteger a mi hermano y al rey.

--¿Siempre lo has sabido? --percibí el asombro en su voz--. Hijo, lamento no haber sido el padre que querías.

Me sentí estúpidamente conmovido. Conociendo cuán orgulloso es, supe que esa era su manera de excusarse por haberme alejado del círculo familiar. Amo al viejo, pero igual que él no me comprendió a mí, tampoco yo lo comprendí a él. --No quiero que mueras --acerté a añadir.

--Eso no está bajo nuestro control. Mi destino está escrito en las estrellas, igual que el de ustedes.

--¿Dónde estás? --pregunté, saliendo apresurado de la habitación. Sabía que había llegado el momento de decir adiós.

Los gritos de Kavi me llevaron hasta la puerta de la biblioteca. Debí haberlo imaginado, reprendí mentalmente mi lentitud en reaccionar al ver el humo. Sujeté la manija de metal de la puerta y la abrí, ignorando el dolor de la piel quemada.

Adentro, reinaba el caos. Kavi protegía con su cuerpo a Jared, sin moverse, mirando angustiado cómo el fuego consumía todo alrededor del abuelo.

--¡Sácalos de aquí! --me ordenó el abuelo. Intenta no ocasionarle muchos dolores de cabeza a tu hermano por el chico, añadió en mi mente. Sorprendido, vi cómo sonreía antes de que una flecha cortara el hilo de su vida.

--¡Abuelo! --Kavi gritaba desconcertado--. ¡Camilo, ayúdalo! --me rogaba, protegiendo aún así con su cuerpo al chico que temblaba a sus espaldas.

--Su alma ya partió --dije, empujándolos hacia la puerta, logrando a base de fuerza bruta sacarlos de allí--. Ve a nuestra habitación. ¡Ahora! --grité para que reaccionara.

Esperé a que se volteara, llevando al chico por la mano, para atravesar el fuego, ignorando nuevamente el dolor. Agarré el Libro de las Invocaciones y el collar del abuelo. --Devleça --me despedí de él, cerrando sus ojos y mirando al viejo con cariño por última vez. Guardé el libro dentro de mi camisa, me coloqué el collar y me dirigí hacia la cocina. Apresurado, envolví en un paño varias frutas, un bollo de pan y queso. Luego, corrí hacia mi habitación.

Tal como esperaba, encontré a Kavi ayudando a Jared a salir por la ventana y sujetarse de las ramas del árbol para subir al techo. De pequeños, solíamos escabullirnos de esa manera para mirar la luna y las estrellas e inventar miles de historias absurdas sobre el mundo y las personas.

Subí al lado de Kavi, mirando hacia todos lados, pendiente de cualquier movimiento extraño. Una vez en el techo, agradecimos la oscuridad de la noche que nos permitió atravesarlo sin que las llamas de fuego, que consumían el lado contrario del que había sido nuestro hogar, delatara nuestra presencia. Al llegar al borde, miré la estructura a pocos pies de la casa, la caballeriza, y observé aliviado que no la habían incendiado, aún. Brinquemos, dije comunicándome mentalmente con Kavi, olvidando que Jared no contaba con esa habilidad.

Estaba a punto de brincar, cuando vi que Kavi tenía problemas para convencer al chico de que podía lograrlo. Sin detenerme a dar explicaciones o pedir permiso, cogí a Jared entre mis brazos y salté con él.

¡Camilo!, ¿qué haces?, gritó Kavi en mi mente, brincando tras nosotros.

¿No es obvio?, añadí sonriendo. Bajé al chico pegado a mi cuerpo, observando fijamente su rostro ruborizado.

¿Cómo osas tratar así a Su Majestad? De dos zancadas, Kavi llegó a nuestro lado. No comprendes...

Ahora no, Kavi, lo interrumpí antes de que comenzara a reprenderme. Por más que me divirtieran sus enojos, teníamos algo más importante entre manos.

--¿Está bien, Su Majestad? Disculpe a...

Dejé a Kavi disculpándose por mí, a la vez que se aseguraba de que Jared estuviera intacto. Como si por cogerlo entre mis brazos, hubiera perdido su virginidad, pensé entre fastidiado y divertido, mientras me aseguraba que no hubiera alguien en los alrededores.

--Su Majestad, quédese aquí en lo que bajo a ensillar los caballos --Kavi se dirigía al borde, cuando lo sujeté por el brazo.

--Yo bajaré primero. No puedes arriesgarte. Tu misión es proteger al chico --dije moviéndolo hacia donde estaba Jared.

--¿Por qué nos acompañas? No te necesitamos --dijo cabreado.

--También tengo una misión que cumplir --añadí, acercándome al borde.

--Ah, sí, ¿cuál es? --preguntó en ese tonito que me enervaba y hacía reír a la vez.

--Protegerte a ti --guiñándole un ojo, me sujeté del borde y deslicé hasta quedar frente a la ventana de madera en la parte posterior de la caballeriza.

No necesito que me protejas. Puedo cuidarme yo solo, debatió indignado por haberlo avergonzado frente a Su Majestad.

Imagino que eso mismo piensa Jared, contesté, provocándolo. A ratos, me resultaba imposible no comportarme como un chiquillo con mi hermano. Me divertía demasiado su seriedad.

¡No es lo mismo!, refutó a punto de perder los estribos.

Me reí por lo bajo, antes de impulsarme y golpear con las piernas la ventana, rompiendo la tranca y cayendo en el interior. --Shh, tranquilos --me acerqué a los agitados caballos, quienes al reconocerme se tranquilizaron.

Kavi, baja al chico. Apresúrate, no tardarán en sospechar que nos hemos dirigido hacia acá. Dije, regresando a la ventana, mirando hacia el borde del techo.

¡No es “el chico”. Es Su Majestad!

No pude evitar reírme. Ni siquiera en momentos de vida o muerte, mi hermano relajaba su actitud. A pesar de seguir refunfuñando en su mente sobre “mis pobres modales”, vi las piernas del chico deslizándose desde arriba. Se las sujeté, dejando que mis manos fueran recorriendo sus muslos, caderas y cintura, según descendía. Para cuando estuvo de pie frente a mí, ambos respirábamos un poco más rápido de lo normal.

--No temas. Nadie te lastimará --juré con un fervor desconocido para mí, viendo el temor en sus ojos al escuchar voces en la lejanía. Subí una mano y acaricié su cabello, inclinándome para besarlo. Cuando me percaté de lo que estaba a punto de hacer, me alejé rápidamente de él y con brusquedad le di la espalda, comenzando a ensillar a los caballos.

Ensilla sólo dos caballos. Su Majestad cabalgará conmigo. Por su tono de voz, supe que había visto lo que había estado a punto de ocurrir y estaba molesto conmigo.

Mientras Kavi ayudaba a Jared a montarse en el caballo, saqué el libro y los alimentos del interior de mi camisa y los guardé en una alforja. También, eché varias armas que solíamos esconder allí. Entonces, agarré la brida de mi caballo y me acerqué a las puertas. Una vez me hube asegurado que no había peligro, abrí silenciosamente las mismas y tras montarme en mi caballo, salí disparado del lugar con Kavi y Jared a mi lado.

Gracias a que conocía esas tierras como la palma de mi mano, recorrimos una gran extensión de las mismas en la oscuridad, alejándonos rápidamente del enemigo. Cuando comenzó a amanecer, cambié el rumbo.

--¿Hacia dónde vas? Tenemos que seguir por aquí --Kavi me miró con el ceño fruncido.

--Busco refugio. Seguiremos cuando caiga la noche --añadí, oteando el horizonte.

--Nos alcanzarán. No podemos detenernos --insistió, intentando continuar por donde íbamos.

Sujeté la brida de su caballo. --¡Sígueme, no discutas más, sé lo que hago! --por primera vez en nuestras vidas, lo traté con una autoridad inusual.

Kavi me miró asombrado y justo cuando comenzaba a cabrearse, Jared tocó suavemente su hombro.

--Kavi, confío en él.

La brida del caballo de Kavi se me zafó de las manos y probablemente me hubiera caído de mi caballo a no ser por mis rápidos reflejos. Sin demostrar la absurda emoción que me provocaron sus palabras, continué hacia el que había sido nuestro más emocionante descubrimiento en la adolescencia, el laberinto de cuevas.

Una vez frente a las mismas, desmontamos y guiamos los caballos entre la espesura del bosque en la falda de las montañas, donde estas se escondían. Retiré con las manos la maleza que ocultaba las mismas y una vez que Kavi, Jared y los caballos estuvieron dentro, reacomodé la maleza y los seguí.

Caminamos en silencio por la estrecha y larga entrada hasta que llegamos al centro del laberinto; el cual se abría en una inmensa cúpula. Podíamos permanecer días, incluso semanas, ocultos allí; pero mi plan era continuar al día siguiente detrás de nuestros perseguidores.

Dejé que Kavi se encargara de preparar una pequeña fogata, mientras desensillaba los caballos y los acercaba al pequeño chorro de agua que brotaba desde el interior de la montaña entre unas enormes piedras.

Con tres manzanas en la mano, me dirigí hacia donde Kavi y Jared conversaban en voz baja. Cuando Kavi alzó la mirada, le lancé su fruta y acto seguido también al chico.

--¡Camilo! --fue todo lo que dijo mi hermano, pero con su mirada añadió varias palabras más que me rehusé a leer.

Me senté algo apartado de ambos para darles privacidad. A los pocos minutos, Kavi se levantó y se puso a caminar por el laberinto. Estaba perdido en sus pensamientos y aunque hubiera podido leerlos, como hubiera podido enterarme de lo que habían estado hablando minutos antes, no lo hice. Si él deseaba que supiera algo, ya me lo diría... o no. Daba igual, puesto que no volvería a dejarlo solo.

--¿Por qué no te sentaste con nosotros? --preguntó Jared, acercándose y sorprendiéndome.

--Tenían temas importantes que hablar y yo sobraba --contesté mirando cómo Kavi entristecía al recordar al abuelo. Ese pensamiento había sido tan fuerte que había entrado sin dificultad en mi mente--. Kavi, el Libro de las Invocaciones está en la alforja --señalé, sabiendo lo importante que era ese libro para él; ya que, contenía la historia de nuestra raza y el árbol genealógico en las primeras páginas.

Kavi me miró asombrado, antes de dirigirse apresurado hacia las alforjas. Cuando vio el libro, lo sujetó con una expresión casi reverente y lo sacó lentamente.

--No sobras. Eres una parte importante de nuestra historia, igual que él --Jared señaló a Kavi con la cabeza. Si lo hubiera estado mirando, hubiera visto que sonreía al verme sonreír mientras yo miraba cómo mi hermano acariciaba las páginas del libro en sus manos.

--Yo sólo soy el protector. Él es el Rey y tú eres la pieza clave que esconden hasta que llegue el momento indicado --y mi Eva con la manzana en la mano, añadí, sonriendo en mi mente por estarlo culpando sobre algo que él no tenía control alguno.

--Mírame --pidió con tanta seriedad, que fui incapaz de ignorarlo. Me perdí en la profundidad de sus hermosos ojos, mientras me decía--: ¿Acaso crees que la misión del protector es menos valiosa que la de los demás? Te equivocas --colocó su delicada mano sobre mi hombro--. Yo confío en ti y él también --dijo, levantándose y regresando a su puesto frente al fuego.

Baje la cabeza, sonriendo. No seas amable conmigo, ¿acaso no ves que quiero brincarte encima, hacerte mío, olvidando mi promesa y mandando al infierno el futuro de nuestra raza? Riendo por lo bajo, me levanté y caminé hacia donde estaba Kavi.

--¿Cómo? El abuelo lo tenía en sus manos --murmuró, cuando me senté a su lado.

--Toma --me quité el collar y se lo coloqué.

--Pero... --en ese momento, me observó detenidamente. Entonces, vio mi ropa quemada por algunas áreas y la marca en la palma de mi mano--. ¿Atravesaste el fuego? --preguntó asombrado.

--No fue nada --añadí fanfarrón, abrazándolo. Sonreí al ver cómo miraba mi mano--. Increíble, ¿no? Aún queda algo de pureza en mí --sonreí socarrón, mirando también mi mano.

El abuelo había forjado marcas de protección en todos las manijas de las puertas, de manera que personas impuras no pudieran tocarlas. Esa había sido la razón por la que habían atacado a distancia, desde el exterior.

--Idiota, pudiste haber muerto quemado --me reprendió, levantándose para ir a sentarse frente al fuego.

Lo seguí, disimulando la sonrisa en mis labios. Por primera vez, en muchos años, su tono de voz no tenía ese tinte de molestia, sino más bien de orgullo.

Capítulo 7: Pérdida, Vida, Torbellino

Posted by Kamijou Hiroki

Pasó tan de repente que no pude hacer nada.

Camilo fue el último que estuvo con el abuelo antes de que éste desapareciera junto al lugar que llamábamos hogar.

Fue como si cubrieran mi vida entera con el ardiente velo del adiós...

Se desmoronaba... se volvía irreconocible... caía...

Los olmos viejos eran inmensas murallas ardientes. Los libros volaban como palomas asustadas y sus hojas se desparramaban junto a los secretos que tan bien supieron guardar. Todos mis momentos empezaron a morir sin que pudiese hacer algo por evitarlo.

Mis pies seguían moviéndose... ¿tenía razones para continuar sin detenerme?

"Atrás queda el pasado"

"Y aquí..."


Jared... Camilo... ellos todavía estaban conmigo...

El fuego en pequeños puntos de cenizas caía como si fuera nieve, las flamas negras se levantaban desde el piso y besaban el cielo, tocándolo con largas lenguas de humareda. Crujieron las maderas y los cuadros opusieron feroz resistencia antes de quebrarse y ser invadidos por la negrura abismal de la muerte.

Y así, la Alcalaba, la Biblioteca del Saber, el antiguo solar de nuestros ancestros quedó desolado y a merced de los impíos que se acercaban para rescatar el botín que hubiera sobrevivido a las llamas.

Gritos, movimiento, las tropas del regimiento cruzado, ingresaron al mando de una silueta negra de enérgico porte. Todos esos bárbaros entraron a devastar lo que quedaba de la antes orgullosa Alcalaba. Escuché sus exclamaciones en ese idioma occidental que tanto odiaba y me encolerizó esa imagen, ríos de odio corrieron por mis venas y sentí como una bofetada, el insulto a mi raza Romaní.

Gente burda, ignorante, cerrados de corazón y de mente hollando con sus pies los restos humeantes de lo que había sido nuestra vida... y entre ellos... entre todas las cosas que nos habían quitado... atreverse a tocarle a Él... ¡A mirar su rostro! ¡Él! ¡A quien amaba como a un padre! ¡Su cadáver deshonrado por gentiles! ¡Su espíritu no descansaría en paz!

Mi cuerpo se comportó mecánicamente. Huir con Jared, descender por el tejado, enfadarme con Camilo... esas acciones estaban en la superficie, adentro, en mi centro, no podía dejar de llorar, de rugir, de sentir la impotencia. No estaba dispuesto a asimilar el hecho de que el abuelo se había ido.

Parpadeé...

Me pregunté de dónde sacaba mi gemelo tanta fuerza. Qué habría sido lo último que el abuelo le diría antes de partir...

Ensillar, montar, el humo, la confusión completa.

Imagino que le hablé duramente, no estaba en mis cabales, casi flotaba dentro de una pesadilla.

- Confío en él, Kavi - dijo Jared refiriéndose a Camilo. Y eso fue lo que me hizo despertar.

No solo me sorprendió a mí. Estaba seguro de que también mi par gitano estaría emocionado de escuchar semejante declaración.

Mi futuro rey... en medio de nuestro escape dijo las primeras palabras favorables en relación a mi hermano. En cierta forma, su voz podía calmarme... su fe en ambos tornaba la situación en algo todavía soportable.

Cabalgando, escuchándoles respirar quise concentrarme en ello.

"Estamos juntos... nosotros continuamos nuestro viaje...eso es lo que importa... nuestra casa... es donde están las personas que amamos... y nuestra misión... Él me la encomendó... Él me preparó durante años... dijo que sería difícil, que empezaría con lágrimas y ahora ha llegado el momento de mostrarle que soy digno... debo levantarme y de estas cenizas, surgir otra vez, más fuerte que nunca"

El mañana era mustio, incierto.

"Abuelo, no te has equivocado... ¿ves esta mano?... esgrimirá la espada por ti... tú no morirás... mientras yo esté aquí... tú... el Gran Maestre... siempre serás recordado y no voy a permitir que nadie te olvide... el mejor líder de la resistencia romaní... el más Sabio, quien nos ofreció al Príncipe de todas las Naciones, la Esperanza, tú nos devolviste la posibilidad de soñar y vamos a convertir esa posibilidad en realidad aunque todo el contingente cristiano y la mismísima inquisición venga a hacernos frente, esta es la primera acción de una guerra que vamos a ganar... solo mírame, desde las estrellas, mírame abuelo, voy a construir un reino, El Reino, que nos fue prometido".


Latía mi corazón con juramentos semejantes y mis ojos brillaban en la noche. Ese furor no iba a apagarse, quizás a dormir envuelto en mi lógica natural, pero estaba grabado con letras de fuego en el pecho y ardería igual que mi hogar y los huesos de mi segundo padre, ardería en rojo empujándome hacia adelante.

En nuestro primer descanso dispusimos un rústico campamento y fui a sentarme frente a la hoguera. Camilo se quedó rezagado, ¿por qué? no tenía cabeza para dilucidarlo. Dividido en dos partes, intentaba pensar claramente.

"Abuelo... abuelo..."

- Señor Kavi... - susurró amablemente Jared acudiendo a mi lado.

Podía comprenderme. En su azarosa vida de escape, no era la primera vez que asesinaban a alguien que le era especial. Mi futuro rey había ya probado la hiel de ese sufrimiento y estaba allí para prestarme su apoyo.

- ... disculpe mi mente estaba...ha sido una gran pérdida... ni siquiera hemos podido preparar una ceremonia... su espíritu...a ido a reunirse en la mirada de O Del, así como fue escrito desde su nacimiento, pero eso no basta para mí.

- Murió como un hombre valiente, sirviendo a la causa en la cual creía. Y como él, miles de mártires y gente de valor a perecido a manos de un mundo injusto. De un mundo que tratamos de cambiar... por eso lo necesito ahora, Kavi. Debemos continuar... y aceptarlo... lo lamento mucho por ustedes, yo...

Se mordió los labios. Era evidente que sentía intensa culpa. A pesar de su experiencia, era un adolescente y a esa edad los golpes del destino duelen mucho más. Como su protector y nuevo guía tenía que mostrar mucho más valor.

- No se preocupe... lo lograremos... y nuestra victoria será la paz que encontrará en el infinito. Sólo imagínelo, a todos los romaníes, unidos, por fin en la tierra de sus mayores, establecidos y prósperos.

Camilo volvió de su puesto y una roja manzana voló a mis manos como el dulce de un niño.

Y había mucho más, algo importantísimo

-¿Cómo? El abuelo lo tenía en sus manos --murmuré viéndole a mi lado.

-Toma-. Entregó la pieza tintineante de plata... ese amuleto... ¡ese collar!

-Pero... - recién salí de mi autocompasión para verle. Se había arriesgado por aquellos objetos. -. ¿Atravesaste el fuego? -pregunté asombrado.

-No fue nada- dijo tan fanfarrón como siempre, sin embargo, en su abrazo sentí la misma emoción del momento.

-Idiota, pudiste haber muerto quemado - le reñí, no estaba molesto, todo lo contrario.

El amuleto estaba en mis manos. Esa pieza estaba prohibida. El abuelo mismo la había tomado en circunstancias dolorosamente distantes. Esa era la joya que llevaba Myriel la noche que murió y el libro de las Invocaciones sería nuestra guía. Se convertiría en el tesoro más preciado. Dado que contenía la sabiduría del Maestro, a través de él podríamos comunicarnos todavía incluso si él había partido.

Le admiré en ese momento. Y secretamente envidié su valor y arrojo. La osadía de mi hermano por fin se convertía en una virtud digna de alabar.

----------------------------------------------------------------------

Extendí el mapa que había guardado en el filo derecho de la bota y fui pasando el dedo a través de las sierras que acompañarían nuestra ruta de escape. Jared asentía sugiriendo a veces un cambio de posición y Camilo aprovechaba la cercanía e inclinación de la materia para estar medio centímero más cerca suyo. Lo que me empezaba a preocupar era la forma en que Jared se permitía que aquello continuase sin anteponer una queja.

El viento que movía los cabellos de ambos, terminó entreverándolos en tres ocasiones y en cada una de ellas estuve a punto de lanzar a cierta persona hacia un costado para que dejase semejante actitud de acoso, pero preferí esperar a que Jared volviese a su cabalgatura antes de halar de las orejas a mi siempre pervertido hermano acorralador.

Mientras se dirigía a su respectivo corcel, le corté disimuladamente el paso.

- Camilo...- moví la cabeza negativamente.

- ¿Sí, se te ofrece algo, Kavi?- dijo tan cortés como siempre, fingiendo naturalidad.

- Eso que estás haciendo... debes terminar de hacerlo ya, porque no lo voy a permitir. No tengo que agregar nada más. ¿Cómo debo explicarte que tienes que portarte bien?

- Oh, vamos, y ahora ¿qué ha visto el puritano Kavi que debe llamarme la atención? ¿Acaso me he atrevido a aspirar el aire que sale de los labios de Jared? Ohhh que imperdonable, no volverá a suceder, juro solemnemente evadir cualquier suspiro que lance nuestro protegido. ¿Además de eso tienes algo más que reclamar?

"Lo sabes bien... así que por todos los dioses ¡detente!" - le envié fuerte y claro para que Jared no pudiese escucharnos.

"Linda manera de amenazarme"- sonrió trepando al caballo con su diestra habilidad.

"Camilo... sólo una cosa más"

"¿Sí?, mande su señoría"

"Mhm... gracias... por lo de anoche... estuviste a la altura de las circunstancias".

La sonrisa que lanzó me hizo agregar:

"Que no se te suba a la cabeza... todavía nos falta conversar de asuntos muy serios"

--------------------------------------------------------------------

Ocultos entre las cornisas y pedregales de la sierra, erramos varios días dando vueltas. Apenas sentíamos el menor temblor o señal equívoca, volvíamos a escapar, retrocediendo, o bajando las intrincadas hondonadas de los bosques negros. Para cualquier otro que no tuviese intuición gitana, aquello hubiera sido una condena a muerte. Los paisajes cambiaban tanto segundo a segundo que el menos avisado perdería pie en algún barranco o por el contrario, terminaría ahogado en los pozos de arenas movedizas.

Por mi parte trataba de que el camino fuese lo menos duro posible para mi Príncipe y también vigilaba cuidadosamente sus horas de sueño y de reposo. A cada tanto, Camilo encontraba algo interesante que contarle y pasaban cierto tiempo enredados en inocentes conversaciones que yo - siempre presente como una sombra - interrumpía si veía la borrasca de algún tipo de galantería implícita. Sin embargo mi hermano se comportó medianamente bien para ser un conquistador de primera a kilómetros de su elemento natural.

- ¿Ya nos acercamos a nuestro destino? - preguntó Jared en el último atardecer del campo salvaje.

- Es posible que mañana lleguemos al pueblo de ... - asintió amable Camilo.

- Espero que sea realmente un buen escondite. - dije tomando los maderos y encendiéndolos para preparar la fogata. Camilo aprovechó mi ocupación para ayudar a Jared con sus mantas y cuando me giré éstas habían caído al piso y el muchacho apartaba sus dedos como si hubiera tocado algo caliente. Apostaba a que sus dedos se habían rozado por casualidad.

- Camilo, ocúpate del fuego... yo le acomodaré adecuadamente.

"Terrible... terrible... apártate ya"

- Como quieras - respondió encogiéndose de hombros. Pero cuando pasó junto a mí vi que su gesto era un pequeño mohín de desconcierto. Nunca le había visto esa cara y la verdad esperaba alguna pulla o broma de su parte, pero su silencio no me gustaba nada de nada. ¿Qué sería lo que empezaba a revolverse? Mejor no pensarlo, faltaba tan poco para llegar...

Jared se acomodó y luego de rezar los tres las abluciones antes del reposo quedó dormido, Camilo, fastidiado, se encargó de la primera guardia, yendo a tiro de piedra, bajo una cornisa cóncava o la puerta de una pequeña gruta.

Abrazado a mi mismo, observé la inmensidad de las estrellas. El Príncipe dormitaba y entonces la voz masculina, entonada y fresca de mi gemelo se escuchó sobre la brisa nocturna.

Cantaba muy bien. Eran todas tradiciones y viejas tonadas de los cíngaros. Estaban en idiomas mixtos. Textos tramados y cruzados sin fin, romances, tragedias, alegrías, un folklore bárbaro que al pasar por sus labios se convertía en el lamento propio de mi pueblo.

Me encontré tarareando algunas partes mientras distraídamente, mis dedos jugaban con el medallón cerrado. Su pequeña aldaba cruzada era obra fina de pedrería y no sería fácil de sortear. Si halaba equivocadamente, la lámina de hierro del interior se adheriría a la imagen y al intentar sacarla, rompería la miniatura, haciéndola irreconocible. Eso debía tener una forma especial de abrirse, una que siguiera cierto orden no convencional.

- ... mnnnm...

Se revolvió Jared entre las sábanas. Quizás el canto de Camilo había llegado a lo profundo de su subconsciente, de él provenía el aura de la tranquilidad.

"Empatía total... diría que en estado bruto en un cincuenta por ciento, si llegan a pulir esa habilidad, estaríamos hablando de un setenta por ciento, muy cercano al lazo que Camilo y yo tenemos por cuenta natural"

Como todas las cosas que concernían a mi señor, esa también debía quedar en estricto secreto.

-------------------------------------------------------------

Temprano, bajo la disolvente neblina, por fin tuvimos noticias de Ciudad Real, una inmensa urbe que se extendía perezosa bajo la mirada imponente de sus torres de guardia y sus celosos centinelas. Apenas hacía unos cincuenta años, los moros habían sido expulsados oficialmente y conservaba todavía el aire bélico de la resistencia. Sin embargo, lejos de la guerra, los negocios regían por entero Ciudad Real y los orientales adinerados todavía contaban con establecimientos de lujo y diversión para todas las castas. Algunas mezquitas quedaban en pie según los acuerdos que firmaran los musulmanes y la población de ese tipo mantenía una vida de rigurosa piedad a Alá, en estricto privado y sin demasiados problemas. Dentro de la ciudad, tanto cátaros como alquimistas, errabundos y árabes convivían con los cristianos si bien no en completa armonía, por lo menos con cierta holgura ya que todavía ninguna autoridad tenía motivos para ajustar las leyes que regían el bien común.

- Ciudad Real... - suspiró emocionado Jared, después de tantos inciertos días a la interperie.

- Así es. Ahora tenemos que ir con cuidado, nos recibirá un anciano amigo del abuelo, y allí pensaremos con más calma qué debemos hacer.

- Es muy grande...

Camilo adelantó el caballo y trotando muy alegre tomó aire ruidosamente.

- Llevaba años sin pasar por estas puertas...

Había olvidado que sus lugares preferidos de perdición estaban relacionados a la increíble vida nocturna que se ofrecía en sitios multiculturales.

- Apuesto a que media ciudad te conoce, eso no nos conviene para nada - me quejé.

- Vamos, a estas alturas ya se deben haber olvidado de mí... digo no todos, algunos recuerdos duran para siempre...

- Descarado - le corregí.

- ¿Empezaremos a discutir tan temprano? - chasqueó la lengua con indiferencia. - Enfoquémonos en el problema principal. ¿Creen que dejarán entrar a su libre albedrío a tres gitanos sospechosos? Franquear la entrada con todos esos guardias sin armar jaleo será muy complicado.

- Hum... - Jared empezó a comprender.

- Podemos probar con la Puerta Sur, si es la de entrada de las mercancías serán menos acuciosos por allí.

Tuvimos que curvear y ocultarnos rápidamente tras el ramaje de unos árboles. Viniendo por la ribera del río los cascos hicieron temblar la tierra. Eran doce pero su presencia semejaba un batallón de cientos.

- ¡Abran paso a la Guardia de los Caballeros del Temple! ¡Abran paso!

Venían montando desde hacía días, se notaba en las armaduras y su desgaste con la tierra y el agua. ¿Eran los mismos que habían arrasado la Alcalaba? ¿Podría mi acero beber justicia en esos momentos?

La mano de Jared sobre mi brazo y su gesto fueron contundentes.

Algo más importante que la posibilidad de matar a esos infelices me impedía saltar sobre esa pequeña tropa. Camilo asintió.

-"Déjalos, Kavi, no vale la pena
"- intervino Camilo empezando nuestra comunicación telepática.

-"..."

-"A Él no le hubiera gustado ese inútil derramamiento de sangre... no fue por eso que te educó con tanto esmero"

-"Entonces"

-"Vamos a la entrada sur... hagamos el juego del demonio..."

- "Ohhh no, Camilo, no, no es la forma..."

- "¡Hace tiempo que no lo hacemos y es una excelente oportunidad para divertirnos! Venga, no seas tan rígido, sabes que es una idea genial"

- "Camilo, Camilo... espero por tu bien que funcione"

- "Me encanta cuando usas tantas palabras para decir que sí..."


Tonto. Por eso nuestras conversaciones tenían que ser privadas, Jared debía permanecer lejos de su maligno influjo.

- ¿Qué vamos a hacer?- preguntó el joven.

- Entraremos por la Puerta Sur - sonrió enigmáticamente Camilo, podría decirse que casi casi iba a lanzar una carcajada.

---------------------------------------------------------------------------

Envueltos con sendas capas, ya teníamos repartido el guión. Me daba un poco de vergüenza hacer ese acto con el que habíamos -alguna vez- atormentado a los pobres criados durante nuestra primera infancia. Pero la situación no admitía vacilaciones.

Todavía quedaba algo de neblina y debíamos entrar antes que terminase de disipar su perturbadora faz.

Empezaba yo...

Cubierto de pies a cabeza con la capa, andaba directamente hacia la entrada.

- ¡Eh! ¡Quién es usted... identifíquese! - gritaron los guardias bajando las lanzas de inmediato.

Sin responder la orden me acerqué casi hasta el arco central y tendiendo mis manos hacia arriba desaparecí.

Bien, simplemente aproveché la niebla para saltar hasta la cornisa por sobre sus cabezas. Sólo que el efecto a sus ojos fue producto de la magia.

Luego, casi al interior apareció Camilo.

Y entrando por la abertura rectangular que cuidaba un soldado en tiempos de guerra, volví a aparecer al tiempo que Camilo se esfumaba de su vista.

A ojos de los presentes parecía que me teletransportaba de un lugar a otro. Eso bastó para convencerlos de que no se trataba de un ser humano. Fue mucho peor cuando nuestra coordinación nos llevó a rebotar de aquí a allá y cuando ya todos habían tirado sus armas al piso, nos descubrimos el rostro para que no les quedaran dudas de que se trataba de la misma persona.

- ¡Qui-qui-quién eres...! - dijo el encargado tratando de parecer valiente.

Levanté la mano para señalarlo, luego me esfumé para dar paso a Camilo, como a unos diez metros lejos de mí.

- ¡YO SOY...!

Volvió a esconderse y completé con voz de trueno.

- ¡EL DEMONIO!

Hasta se persignaron cuando me escucharon nombrarlo.

Eso fue todo. Los guardias tenían la cara enterrada en el piso del puro susto. Le hice la seña a Jared y lo albergué bajo mi capa, ni siquiera vieron qué calle tomamos, sólo escuchamos el alboroto de la muralla superior y los gritos del jefe de turno. Seguramente en diez minutos se darían cuenta que era una chanza, pero por el momento estaban harto asustados para pensar en otra cosa.

Camilo, Jared y yo, nos dirigíamos a puerto seguro. Lástima que perdiésemos los caballos en la entrada, eran buenos corceles y los íbamos a extrañar. Por lo menos me quedaba la felicidad de haberles quitado la montura, dejándolos libres a campo traviesa, eran inteligentes y nobles, sabrían conservar su libertad, por eso nos entendíamos, los caballos al final tienen alma de gitanos.

Corriendo, entre una multitud de personas de distintas razas y vestimentas de colores, nos hundimos en aquel tejido vivo llamado Ciudad Real.

- ¡Increíble, increíble!- susurraba mi Príncipe emocionado.

Mi gemelo, orgulloso ajustó el paso hacia el pequeño callejón donde esperábamos, nos recibirían con honor.

----------------------------------------------------------------------

Sentados en la grada de la pequeña casa de paredes de arcilla rectangular no dábamos crédito a nuestros oídos.

Sire Alí, el mejor amigo del abuelo había fallecido hace dos semanas.

Sospechosamente inconveniente.

¿La eliminación de las cabezas de nuestra hermandad secreta estaba ya en curso? ¿Qué tan peligroso era quedarse en Ciudad Real?

La sobrina de Sire Alí nos atendió por la rendija de la puerta, ni siquiera mostró su rostro y nos instó por sus hijos pequeños a alejarnos inmediatamente. No quería tener ninguna relación con nosotros, no permitió que le explicáramos la urgencia de encontrar refugio. Fue simple, directa: los asuntos de su tío Alí habían muerto con él.

Allí había terminado aquel hilo conductor.

Seguramente que los libros, las cartas y toda la correspondencia intercambiada entre el digno Sire y mi abuelo también podía darse por perdida.

- Rayos... no podemos quedarnos aquí - maldije - tenemos que movernos. Ya se debe haber disipado el cuento del demonio, estarán buscando por lo menos a una persona con nuestras características...

- De hecho... yo tengo un lugar seguro, pero antes que te niegues, quiero que lo pienses bien.- dijo Camilo irguiéndose.

- Supongo que podría servir si es que no se trata de algo demasiado bajo. Habla, di ¿dónde es? ¿De qué establecimiento se trata?- le espeté.

- No te lo diré. Debes elegir a ciegas y sin quejarte.

Me estaba poniendo al extremo. Sin embargo, necesitábamos desaparecer de las calles sin llamar la atención y no podríamos hacerlo alquilando un cuarto en una pensión.

- En lo posible no dependeré de ti para estas cosas - le dije dándome por vencido.- guíanos...

--------------------------------------------------------------------------

Mi cara y cierto tic nervioso que quería aparecer en ella reflejaban lo que en mi pensamiento estallaba.

¡Eso-eso-eso-eso era!

¡Una.........!

¡Unaaaaa.............!

¡Caaaaa---- caaaaaaaaaa---sa de...!

Oh de esos "lugares Indecentes" con I mayúscula.

Traspasamos la puerta y las cortinas largas de tul azul.

Jared se mostraba bastante curioso con cada adorno y objeto curioso que veía colgado de la pared. El pobre seguramente jamás había pisado nada que se le pareciese.

Antes de que Camilo terminara de avanzar le cogí del cuello disimuladamente y le lancé mis pensamientos.

-"¡No sé cómo infiernos me convenciste de entrar en este lupanar pero nos vamos ahora mismo! ¡Esto es imposible! ¡Semejante descaro! ¡Por los cielos constelados, estamos cuidando al último miembro de la familia real! ¡Y tú lo traes a un... a un...! ¡Ni siquiera diré su nombre porque...!"

- "Bahhh... tanto escándalo por nada... este es un buen escondite como cualquier otro y sospecho que nos saldrá gratis. Además, no teníamos opción y Jared se ve muy interesado, no parece que esté ofendido de ninguna forma"

- "¡Eso es, pedazo de idiota, porque no tiene la menor idea de qué se hace aquí!"

- "¿Tienes miedo de que espabile más que tú?"


En ese momento se puso la capa y me lanzó dos pasos hacia adelante, justo cuando las mamparas de cristal fueron movidas por un hombre joven que parecía el dueño del local. Su piel era de un rosáceo claro, bien cuidada y con apariencia tersura. Sus ojos muy azules y sus cabellos del mismo color. Vestía apenas una falda larga y vaporosa, a modo de hurí u odalisca. Cruzado sobre su pecho, un pañuelo transparente con hilos de oro, cubría a medias su hombro, aunque en verdad le daba una apariencia sexy, destacando lo que supuestamente quería mantener oculto.

Apenas me vio sus ojos se sorprendieron y se dirigió directamente hacia mí.

- ¡Camilo! ¡No lo puedo creer...!

Yo miraba acá y allá sin darme cuenta que mi traidor hermano estaba oculto por entero tras Jared.

Me cayó una señora bofetada que sonó fortísimo.

- ¡Ingrato! ¡Tanto tiempo y ni una sola línea! ¡Cómo te atreves a venir así!

Luego de eso anudó los brazos tras mi cuello y se empinó para besarme largamente.

¡Debía haberlo imaginado! ¡Era de los tantos amantes que tenía regados por el mundo!

No imaginaba las caras de Camilo ni de Jared cuando ese hombre se atrevió a lanzarse encima mío.

Cuando nos separamos yo estaba traumatizado.

- Y encima traes a tu amante más joven, nyaaa, no tienes perdón, pero qué puedo hacer, cariño, así es el amor y bueno, no digamos que te he sido muy fiel en este tiempo.

- ... ¡Waaaaaaaaaaa!- grité sacudiendo la cabeza.

Camilo salió a la luz.

- Siempre es bueno verte, Haziel, no has cambiado en nada.

- Oh pero si tú - dijo retrocediendo - ¿Camilo?... ¡Eres incurable! ¡Malo!

- Te presento a mi hermano gemelo, Kavi Jerome de Bazille.

- Ya he tenido el gusto - dijo guiñándome el ojo.- y aquí entre nos tus labios son más dulces que los suyos...

Enrojecí y tosí hacia un lado.

Jared seguía prestando mucha atención con la máxima curiosidad.

Haziel inclinó la cabeza al verlo y luego riñó alegremente a Camilo.

- Siempre has sido un travieso, mira que tomarme así desprevenido - se giró hacia mí medio segundo - pero si sois idénticos. Quién lo diría... hasta un cabeza dura como tú tenía familia... ohh no me digas que esta preciosura es tu nueva conquista... pero si es bellísimo. ¿No me lo puedes prestar algunas noches? Apuesto que mi negocio rendiría el doble con un chico tan mono.

Mi Príncipe iba abriendo la boca para preguntar cuál era su negocio y por qué me había besado, cuando Camilo interrumpió haciendo que no con el dedo. Sabía que estaba a punto de sacar mi espada y atravesarle el corazón.

- ¿Por qué no nos sentamos? Tenemos que ponernos al día.

- ¡Por supuesto, vengan por aquí! No todos los días se aparece un hombre entre los hombres como tú, cariño y ahora vienes tan bien acompañado que me has alegrado el día.

Tronó los dedos y un esclavo salido de dios sabe dónde nos acompañó a la parte superior del local, donde se olía el incienso de las habitaciones. Mi presión arterial bajaba de sólo pensar que estábamos internándonos en semejante perdición.

- Pónganse cómodos - indicó Haziel señalando una sala decorada al estilo hindú. Los lugares se ubicaban sobre el piso, pero en anchos cojines de mullido interior. - Camilo, querido, junto a mí, y usted, hermano atractivo también, joven guapo, usted al frente para poder verle bien. He sido bendecido hoy por los dioses, una mesa llena de hombres increíbles y buen vino es todo lo que necesito para vivir.

- Podría... - empezó Jared pidiendo la palabra.

- Claro que sí, dulzura, pregunta lo que quieras, esta es tu casa.

- Me preguntaba... qué tipo de negocio se regenta aquí - dijo interesado.

Haziel rió esgrimiendo un abanico de pavo real, dándose aire con verdadera gracia.

- ¿De dónde ha venido esta criatura tan inocente? Camilo, te has convertido en un completo corruptor... no me digas que aún no...

- ¡Basta! - me levanté.- ¡No le hable como si fuera...!

- Kavi, por favor, no es... para tanto... - susurró Jared sin que pareciera una orden y sin embargo haciendo de mí a su voluntad.

Volví a mi puesto mascullando, la situación me enloquecía.

- Caballero, nada de ponerse violento en mi casa... verás muchacho, en mi establecimiento vendemos fantasías de pasión y romance... digamos que en los cuartos aledaños duermen bellísimos donceles que durante las noches se convierten en mensajeros del dios Amor... y por cierta cuota razonable alternan a su gusto con los clientes, como hadas luminosas que bajan a cumplir los deseos de los miserables mortales...

- ¿Y qué hacen exactamente?

- Ohhh eso tendrás que preguntárselo directamente a mis pequeñas hadas... si te gusta, piénsatelo, tienes un inmenso potencial...

- Haziel... - dijo amablemente Camilo - no hemos venido por eso... estamos en un pequeño lío y...

- Por supuesto que están en un lío, sino por qué me buscarías. Siempre has sido ingrato y egoísta. Pero tengo corazón de oro y te ayudaré, seguro que el problema está relacionado con este chico tan delicioso, tú por un muchachito así irías de rodillas hasta la Meca, te conozco bien.

Jared miró a Camilo y no digamos que estaba precisamente feliz, por el contrario su ceño amenazaba con fruncirse.

Él evadió la situación con una sonrisa.

- ¿A los chicos les pagan por filtrear con los clientes? - volvió a la carga el Príncipe.

- No insistas, majo, no te lo diré... sólo aclararé que ninguno se va con alguien que no le gusta. Ni por todo el oro del mundo una persona se relacionaría con otra que no le agrade aunque fuera un poco. En eso soy estricto, y mis colaboradores lo saben. Tengo mis métodos para deshacerme de los irrespetuosos. Yo siempre he creído que la pasión es fruto de cierta química - fijó sus ojos insistente en mí - ... y hay cosas que no son problemáticas siempre y cuando te agrade el hombre en cuestión...

Fingió que se le caía el abanico y por instinto se lo recogí. Cuando alcé la cabeza ya estaba apoyado sobre mi pecho.

- ... los chicos de mi establecimiento son artistas del placer...

Enrojecí avergonzado por las libertades que se tomaba conmigo.

- ¡Tenga su abanico!- casi grité apartándome bruscamente.

- ¿No es genial? - dijo fresco - Camilo, él es igual a ti por fuera, pero no se parece en nada por dentro. Es tan moral, tan estirado... cielos, cómo podría dejarle en paz, mira ese rostro contrariado...,¡es como si fuera a morirse!, jijijiji, pobrecito, seguro que desea salir corriendo de aquí...

Dio dos toquecitos en mi nariz.

- Re-lá-ja-te, no voy a hacerte nada que no quieras... y mi respuesta es: sí. Podéis quedaros. No preguntaré nada. Si quieren pueden bajar en la noche a ver el espectáculo, sino, les enseñaré sus habitaciones. Y para aclarar esa mirada, jovencito - se refería a Jared - Camilo trabajó aquí como parte de la seguridad. Prestó un buen servicio a este empresario del deseo y nada más, por lo menos hasta donde yo sé.

- Ohhh ya veo - dijo.

¿Aliviado de que no haya sido amante de Haziel?

Eso me sonaba a mentira, pero funcionó muy bien para mi señor. Éramos luminarias de donde veníamos, pero en ese mundo estábamos perdidos. Camilo, por el contrario, respiraba muy en su aire.

Después de comer y de evadir todos los ataques del dueño, mi paciencia estaba en su límite y solicité ir a descansar.

Colgado de mi brazo, Haziel nos llevó a las dos habitaciones que tenía disponibles.

- Yo puedo cuidar a Jared - afirmó serio Camilo.

- Sobre mi cadáver - le rugí - nosotros a la izquierda, tú a la derecha. Si pasas esa puerta, te mato.

- Ohhh que chico más duro. Pero debo admitir que tu hermano tiene razón. No te dejaría en el mismo cuarto con un joven hermoso, quién sabe la nochecita que le harías pasar...

Jared se puso blanco al escuchar semejante conversación sobre él y Camilo por primera vez sudaba frío con las insinuaciones. Para empeorar su situación, dos chicos que acababan de despertarse vinieron volando y se me treparon con manos urgentísimas.

- ¡Camilo, has regresado!

- ¡Nuestras noches no son lo mismo sin ti!

- Ya nadie nos atiende como tú ni nos da el "tratamiento especial"

- Ohhhh nunca has tenido piedad...

Levanté el dedo pulgar y señalé hacia atrás.

- ¡Dos Camilos! - gritaron al mismo tiempo mis atacantes - ¡O sea que van a cerrar el local porque entre ambos no vamos a darnos abasto!

Jared puso los ojos en una línea y resoplando me agarró de la mano y metiéndonos en el cuarto cerró de un portazo.

Vaya... esa reacción era... inesperada...

En el fondo la agradecía porque me sacaba del lío, pero también auguraba nubes negras en el futuro...

Así, Camilo, Jared y su servidor, empezaban la aventura en la casa de Citas de Ciudad Real.