Capítulo 2: Escape

Posted by Kamijou Hiroki

Kavi ha regresado en el peor de los momentos. Desde que le dejé saber que estaba en la celda del lado, no ha cesado de amenazarme con las peores maldiciones familiares.

—No todos podemos ser monjes como tú —digo, sentándome con las piernas cruzadas, mientras Kavi continúa gritando enfurecido. Aunque me divierten nuestras luchas verbales, estoy distraído pensando en nuestro medio de escape.

—¿Debería ser un licencioso libertino entonces? —escucho que pregunta con ese tono que hace que me ría y moleste a la vez.

—De hecho —lo corrijo—, ya lo eres —añado sin poder ni desear evitarlo—. Eres "Kavi el insaciable", regando placer por donde va. Ese es tu lema.

—Ni siquiera me hagas recordarlo —me reí al escuchar cómo me cortaba.

La puerta del pasadizo se abrió y lo notamos por la creciente luz.

—Escóndete —digo—. Acaba de llegar nuestro pasaje a la libertad.

Puedo leer contrariedad en su expresión, pero obedece. Sé que no lo hace por mí ni por él. Si fuera por él, buscaría la manera de hacerme pagar por esto. Pero obedece, por el abuelo, la sociedad Romaní y la misión que lo alejó de mí. Apartando ese tema de mi mente por ahora, me levanto con una sonrisa, mientras me dirijo lentamente hacia el joven guardia.

—Bu...buenas noches —dice tímidamente. Me mira y se ruboriza. Conozco bien esa expresión. Quiere que lo tome—, ¿ti...tiene sed? —pregunta acercando una taza a las barras con mano temblorosa.

—¿No te dije que me tutearas? Dime: “Camilo, ¿tienes sed?” —sujeto la taza junto con su mano, acariciándola levemente con el pulgar, antes de soltarla. Veo cómo enrojece y busca mi mirada con sus tímidos ojos, desviándolos con prontitud. Obedece y repite mis palabras con voz trémula.

“¡Increíble!”, escucho claramente a Kavi en mi mente. Sabía que el velo que había levantado entre nosotros estos meses, caería de un momento a otro. Jamás habíamos podido evitar comunicarnos mentalmente, cuando estábamos cerca.

“Escucha, observa y aprende”, le digo, sujetando las manos del joven guardia, que a insistencia mía acababa de entrar a la celda, para llevarlo hasta el camastro.

El resoplido de mi gemelo hace que sonría divertido, mientras acerco la taza a la boca de este encantador joven. Veo cómo pasa la lengua por sus labios húmedos y me inclino a besarlo. El suave jadeo del chico, me excita y sin soltar sus labios, lo empujo lentamente hasta que queda tendido bajo mi cuerpo.

“Camilo, no tenemos tiempo para eso”
, capté la molestia de Kavi, mientras se cuela entre mis pensamientos lujuriosos, intentando hacerme desistir.

“Siempre hay tiempo para el sexo. Siempre hay tiempo para tener un ansioso joven entre tus brazos. Siempre hay tiempo para besar unos labios que se abren hambrientos bajo los tuyos. Siempre hay tiempo para...”

“¡Ya entendí!”, me interrumpe. “Insensato, alguien podría echarlo de menos y venir a ver por qué no ha regresado a su puesto. Perderemos la oportunidad de escapar”, decía, mientras yo me deleitaba saboreando el delgado cuerpo, desnudo ya bajo el mío.

“La perderás otra vez”, le digo, preparando al chico para que me reciba en su interior.

“¿Otra vez?
”, pregunta sin comprender mis palabras. Sé que intenta distraerse de los jadeos del chico entre mis brazos. Puedo sentir su agitación, como él puede sentir mi excitación.

“Perdiste tu... oportunidad de escapar. ¿Por... qué? ¿Tanto te gustó el... guardia?”
, pregunto, teniendo un poco de dificultad en concentrarme mientras entro en el cuerpo que se me ofrece tan ávidamente.

“Deja de pasearte por mi mente”, intenta en vano bloquear la imagen del guardia que lo hizo soltar la espada y perder su oportunidad de escapar.

Me río, pero no puedo contestarle. Los jadeos, los besos, las uñas enterradas en mi espalda, ocupan todos mis pensamientos. Siento la llegada del orgasmo del chico, que sé acelerará el mío. Nos corremos, yo con un gruñido y el joven con un grito de placer.

“Así es cómo se hace”, le digo, riéndome, porque acabo de enviarle la imagen del joven al momento de este correrse.

“Podías haberme ahorrado los detalles”, dice molesto, devolviéndome una imagen de un tío gordo y feo que se bañaba a orillas de un río.

“¿Uno de tus amantes?”
, pregunto maldito, aunque no pude evitar estremecerme de asco. Ayudo a vestir al agotado joven sobre el camastro y lo beso antes de golpearlo, dejándolo inconsciente. “Deberías agradecerme la reputación que te he dado. Así no tendrás que conformarte con tíos tan feos”, señalo riéndome, porque sé que ese no es su tipo de hombre.

—Idiota —atrapa las llaves que le lanzo a través de las barras, mientras verifico que no hay otros guardias en el área—. ¿Así tratas a todos tus amantes? Con razón, sus parejas y familiares quieren asesinarte —sisea, siguiéndome.

—No podía dejarlo consciente. Sospecharían que me ayudó a escapar y sabes bien lo que les pasa a los traidores. Él no se merece eso a cambio de la mejor experiencia sexual de su vida —nos escabullimos hacia el exterior y coloco un dedo sobre sus labios para que se mantenga callado.

“Eres tan modesto
”, me golpea la mano.

“La modestia es para los inseguros”
, ni su golpe ni su sarcasmo me afecta. Estaba pensando en lo increíblemente fácil que era escapar cuando estábamos juntos. Nos complementábamos a la perfección y ese era un hecho que ni el abuelo, por más que me odiara, había podido negar. No necesitábamos trazar planes, ni siquiera hablar, siempre sabíamos lo que haría el otro.

Entramos en la caballeriza y buscamos los caballos más briosos. Entendernos con los animales, era otro de nuestros talentos naturales; por lo que, estos no hicieron ruido alguno. Sin ensillarlos, los sacamos al exterior y cuando consideramos que estábamos a una distancia prudente, los montamos alejándonos a todo galope. Cuando sentimos que estábamos lo suficientemente lejos, reducimos la marcha. Iba a preguntarle sobre el viaje, sobre su misión, cuando alcanzo a ver a un atractivo joven frente a una granja.

“Ni se te ocurra”, comienza Kavi, cuando abro la boca.

—¿Podrías decirnos dónde queda el pueblo más cercano? —pregunto sólo por tener una excusa para acercarme. Viendo cómo se ruboriza, estoy a punto de bajarme del caballo, cuando un hombre de expresión amargada se acerca.

—¡Guardias, guardias! —grita al verme, intentando ocultar al chico tras su espalda. Este se asoma y se ruboriza aún más cuando le guiño un ojo antes de seguir a Kavi, quien tras lanzarme miradas asesinas ha espoleado su caballo y se ha alejado.

—Maldición —lo escucho gruñir, cuando se escucha el rápido galope de caballos que indudablemente vienen tras nosotros. Lanzo una carcajada al llegar a su lado y sé que mi hermano también está disfrutando esta nueva aventura, aunque jamás lo admita.

“¿Tienes que perseguir a todos los chicos que ves?”,
desvía su mirada del camino un segundo para mirarme con el ceño fruncido.

“No persigo a todos los chicos que veo”
explico serio, aunque sabe que estoy divertido, “persigo a los que me desean”, apenas esquivo la patada que intenta darme. “Que lo de semental, no se te suba a la cabeza”, estaba a punto de lanzar una carcajada y él a punto de patearme esta vez en serio, cuando alcanzamos a ver por el rabillo del ojo a los soldados.

—Mierda —digo al reconocer el soldado que iba a la cabeza. Era el joven guardia al que Kavi había tomado desprevenido y le había robado su espada. “Haces amigos con la misma facilidad que yo”, no recibo respuesta. Sé que le ha impactado ver la rabia contenida en el rostro del joven.

Sin volver a hablar, nos dirigimos hacia el río. Es demasiado profundo como para cruzarlo a caballo; por lo que, nos tiramos de los mismos, dejándolos libres y corremos la distancia que nos separa del caudaloso río. Un segundo antes de saltar, alcanzamos a ver que el guardia, en un último intento por atraparnos, se ha bajado del caballo y corre tras nosotros, pero no logra ser ni tan rápido ni tan ágil como deseaba.

Caímos al río y nos hundimos como rocas. Dejándonos guiar por la fuerza del mismo, nadamos bajo el agua. Cuando nuestros pulmones exigen su dosis de oxígeno, salimos a la superficie y alcanzamos a ver a lo lejos cómo el guardia otea el río. Volvimos a hundirnos y continuamos nadando hasta que alcanzamos la orilla contraria.

Salimos, arrastrándonos hasta tumbarnos sobre la hierba, respirando trabajosamente. Mi mente se llena de imágenes del guardia, cuando Kavi lo tomó desprevenido y le robó su espada; cuando galopaba en nuestra persecución; cuando corría intentando atraparnos antes de saltar. Estoy a punto de hacer un comentario burlón sobre sus recuerdos, cuando siento algo que jamás había sentido en mi hermano... desconcierto. Me levanto y le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse.

—Así que, después de todo sí recuerdas algo de las clases de etiqueta que nos daba el abuelo —señala con una ceja levantada, sujetando mi mano para levantarse, acomodándose la ropa.

—Recuerdo todo —contesto, acomodándome el cabello, pensando que ambos éramos vanidoso pero de forma diferente—. Creo que ya es hora de que me digas lo mucho que me extrañaste —lo atrapo entre mis brazos para darle un fuerte abrazo.

—¿Acaso se te olvida que estamos huyendo? —finge enojo, pero corresponde al abrazo—. Sigamos —se separa y comienza a caminar.

—¿A dónde vamos? —veo la sonrisa que intenta ocultar.

—A casa del abuelo —contesta enseriándose.

—Aquí nos separamos —me detengo y evalúo mis opciones. ¿Debería ir al norte? No, de allá vengo y creo que el ambiente aún está caliente. ¿Debería ir al sur? Me da pereza pensar en cruzar el mar, justo cuando mi hermano ha vuelto.

—¿Vas a comenzar? —detiene mis pensamientos de forma brusca.

—Sabes que tan pronto me vea a la puerta, me echará y no estoy de ánimos para discutir con él —refunfuño, comenzando a caminar hacia el oeste.

—Detente ahora mismo.

Fastidiado, me detengo. —¿Qué? —pregunto de mala gana.

—Hablaré con él, pero tienes que prometerme... No, espera, tienes que jurarme que si tiene algún pupilo no lo seducirás.

¿Jurar? Nuestros juramentos son sagrados. Luego de considerarlo unos minutos, acepto. El viejo había dicho que no volvería a hospedar más jóvenes en su casa; ya que, era una responsabilidad enorme.

En silencio y aprovechando las sombras de la noche, nos dirigimos a nuestro hogar de crianza.

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