Capítulo 5: A Fuego Vivo

Posted by Kamijou Hiroki

Introducción:

La luna ya se había asomado en lo alto, redonda y blanca, reinando cual señora de un cielo despejado y penumbroso por su causa. Abajo, la sombra triple de la Alcalaba llegaba a tocar la de los cerros y árboles que la rodeaban y dentro, cada muro y cada tapiz tomaba ese color azul mágico que la hacía digna del simbolismo y la leyenda del más allá.

Kavi traspasaba los arcos con la expresión enfadada. Luego de asegurarse que Jared estaba a salvo y a buen recaudo en sus habitaciones y que podría fácilmente acudir a él, retornaba sobre sus pasos para ingresar en el cuarto de Camilo a tener una pequeña charla, donde le sería bien dado recordarle cuáles eran los límites impuestos en torno a la persona que les daba el honor de compartir su presencia.

- No sea muy severo... - había rogado su Majestad, el zení Jared, la Promesa, escrita hace tantos siglos en miles de libros de texto.

Y Kavi tenía que reconocer que los signos se estaban cumpliendo al pie de la letra y que las esperanzas de su pueblo renacían como las cenizas del fénix en el corazón de ese muchacho tan bien instruído y de asombrosa brillantez. Sí... el largo sueño acariciado por los romaníes... el tener una nación y un rey... el desechar las falsas leyendas de ser descendientes de la raza de Caín y por ello vivir errantes y cautivos del aire... no, eso era mentira. Antes, habían sido sabios y los dioses, celosos y preocupados por sus avances en las artes de los elementos habían dispersado los miembros de la comunidad por los cuatro rincones del mundo. Borrando las pistas de sus gobernantes y dejando en clave la ubicación de la Ciudad Sagrada, del Axis Mundo o punto de reunión del Inframundo, el Mundo y el Supramundo. Ese nudo... era su patria... y el Príncipe Perdido, el Espejo de Odessa, era su Amo y cuando ambos estuviesen juntos, la llave y la Puerta, los gitanos retornarían a la nación más poderosa de la tierra y las antiguas profecias se cumplirían en un mundo de paz que no tendría fin.

Años sentado a la chimenea con el abuelo le habían enseñado a ser paciente. Incluso a considerar esa misión como imposible. Pero la existencia de su señor y la posibilidad de encontrar el Axis Mundo estaba alli. Y todos los recuerdos de las imágenes sublimes que habían poblado su juventud se despertaban, así como los idiomas que dormían en su lengua. Griego, arameo, árabe, latín, dialectos extraños y fórmulas, todo estaba allí, esperando, y se dio cuenta que toda la vida había estado listo para lo que iba a suceder.

Eso trascendía a cualquier capricho de cuerpo.

A cualquier deseo inferior y mundano.

Y claro que estaba implícito que era mucho más grande que el infame seductor de Camilo.

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Ni me molesté en tocar la puerta, simplemente rompí el cerrojo con el ganchillo de plata que llevaba entre los dedos y entré tratando de conservar cierto nivel de autoridad.

- ¿Kavi? - preguntó Camilo sin incorporarse, apenas levantando la cabeza que descansaba en los brazos flexionados. - ¿Abrir mi puerta sin llamar es parte de "los excelsos modales" que siempre te alaba el viejo?

- Sabes perfectamente cuál es el motivo de mi venida.

- En eso te equivocas, no tengo la menor idea... - rió gravemente y sin inmutarse - pero dime, hermano, qué falta he cometido para tener el honor de su visita - esto lo pronunció con cierto tono ceremonioso y un visillo de gusto por ver más mi rostro contrariado.

- ¡Lo primero que te dejé bien claro es lo que me trae aquí! Explícame, "querido hermano", por qué rayos, Jared acaba de darme una bofetada a mano abierta con la advertencia: "nunca vuelvas a intentar besarme".

- Oh... no lo sé - susurró girando hacia un lado y dándome la espalda, minimizando mi comentario y haciéndome entender que le importaba un comino la embajada que me traía al pie de su cama.

- ¡No lo sabes! ¡No lo sabes! ¡Pues es obvio! ¡Y para refrescarte la memoria lo voy a resaltar! - grité sacando la espada y colocándola en el cuello de Camilo sin darle oportunidad ni de respirar - ... Jared... es...SAGRADO... ni siquiera toda tu persona vale lo que un solo cabello de su cabeza y si te atreves a seducirlo... voy a tener... que matarte. Y lo digo en serio, Camilo. Si supieras lo que representa para nosotros... tengo tu palabra y pienso cobrármela con sangre...

Camilo me reprochó sólo con los ojos.

No podía moverse, así, acorralado así que se limitó a enviarme sus pensamientos con pasmosa indiferencia.

- Vale, ya entendí, si te gusta Jared no tenías que montar ese teatro.

- ¡NO PODRÍA GUSTARME JARED!, estúpido - por mi parte sí seguía empleando mi sonora voz - ¡A nadie podría gustarle!, él está destinado a cosas muy diferentes y es precisamente por eso que quiero que lo dejes en paz y no interfieras.

- ¿Y por qué no podría gustarle a nadie? Si me pides mi opinión yo creo que está riquísimo y...

- He dicho... NO interfieras...

- Lo intentaré con toda mi buena voluntad. Pero es alentador que por alguna vez salgas a sacar la cara por un bello muchacho...

- Cállate.

- Estoy callado...

- ¡Oh, eres imposible! - dije quitando mi arma de su cuello y haciéndole una señal con los dedos de cómo terminaría si se rebelaba contra su promesa.

Cuando le di la espalda disparó el dardo que tenía preparado.

- ¿Jared es mas ardiente que los libros en los que andas metido todo el día?

- Vete al diablo - le respondí encogiendo los hombros y haciendo una señal de despedida. Me alejé por el pasillo y fui a montar guardia a la biblioteca, al lado de la habitación de Jared. Si Camilo quería pasarse de listo me encontraría en primera línea, armado y furioso.

"Mas ardiente que los libros"

No existe de hecho nada mas ardiente que los libros.

Los libros no te abandonan. Los libros no cambian. Los libros no olvidan el amor. Los libros no te olvidan.

Los libros son seguros. Se dejan acariciar dócilmente y en sus hojas, está el alimento del espíritu.

Sentado en el fuego de la gran chimenea, admiré los lomos brillantes de hilos dorados que habían alumbrado mi conocimiento. Y me pregunté por qué Camilo había sido tan reacio a dejarse llevar por la magia de esos queridos amigos. Tampoco podía explicarme su rechazo hacia las clases del abuelo que a mi modo de ver eran interesantes y de carácter sublime y apasionado. La alquimia y heráldica, los manuscritos antiguos, mitología sagrada... una caja de sorpresas y símbolos para los entendidos... y entre todo eso...

Me levanté a tomar un libro y se deslizó la hoja olvidada y antigua de cierta caligrafía por mi muy conocida. Terriblemente familiar.

Era un criptograma...

Nosotros solíamos comunicarnos así...

Pero cómo...

"Esta tarde bajo la sombra de los altos olmos, durante el descanso, frente al lago"

"Myriel"

Retrocedí ante el lanzazo, del pasado que se erguía ante mí. De todas las combinaciones, de todos los objetos, de todas las casualidades, la suerte había determinado que precisamente en esos momentos, el papel prohibido llegase hasta mí.

¿Por qué? ¿Por qué entonces? ¿Por qué despertaba el durmiente de esa forma?

Los sellos internos de mi pecho rugieron dentro de las marcas de sus goznes.

Llevaba en casa temporadas enteras pensando que todos los criptogramas habían sido quemados en esa gran pira del jardín...

Retrocedí para lograr sentarme, al tiempo que mis sienes latían atormentadas. Myriel... Myriel... por qué retornaba para provocarme...

Di un respingo repentino y me erguí.

Camilo...

Se debía a él.

Mi ser intelectual había enterrado por entero a mi ser sensible y que Camilo estuviese tan cerca mío hacía girar la rueda hacia la oculta faz de mi ser. Y debido a eso, me convertía en imán de antiguos recuerdos. Estando solo, no tenía peligro, junto a él, mi propia vida empezaba una reacción en cadena.

- Myriel...

No había querido pensar en él...

Utilizando los rudimentos aprendidos del control que mi abuelo me había enseñado, llegué a desarrollar una serie de sellos a fin de proteger a mi propia persona de aquel recuerdo trágico.

Y sin embargo tenía una sed increíble de ver las imágenes que antes lograra suprimir.

- Myriel...

Tomé el pergamino del piso y no pude evitar aspirar el olor mortecino de sus manos.

Y mi primer sello de memoria fue abierto.

Cerrando los ojos vi su rostro. Tal como era cuando me esperaba bajo los olmos, en secreto, durante nuestras breves pausas.

Myriel había llegado una mañana húmeda y triste, con el rostro cubierto con una venda, en un carruaje romaní. El abuelo dijo que era familiar lejano de nuestro padre y de inmediato fue admitido como su pupilo.

Quien deslizó el nudo de seda fui yo. El primero de ese nuevo mundo que él vio. Y su expresión de tranquilidad detuvo el tiempo para mí.

Así nos conocimos y mucho antes de compartir nuestras sesiones en silencio y de sonreírnos a espaldas del temible tutor, compartíamos esa conexión tan diferente de mi fraternal intuición. Y pronto me aficioné cada vez más a ese muchacho de cabellos rubios que contestaba con tanta corrección a las preguntas más difíciles y tenía un espíritu mágico y una sed de aprendizaje que rivalizaba con la mía. Era impresionante ver el celo y la seriedad de su empeño, además de sus vastas cualidades en el arte. De inmediato pasó a convertirse en mi persona más amada y enloquecí emocionado ante mi primer amor.

No supe nada de nadie en ese tiempo. Nada veía yo que no fueran los mensajes misteriosos de Myriel. Nada vivía sino los escasos minutos que podíamos robarles a los maestros para sentarnos bajo los árboles para apenas atrevernos a tomarnos de las manos, en una ignorancia total de la malicia y el aspecto apasionado de la carne.

"¿Qué prodigios lograremos ver durante nuestro avance en el viaje Imaginal?" - solía preguntar emocionado, con el pecho de ave hinchándose y dejando escapar suspiros al aire.

Prodigios... ¿existían prodigios distintos a sus ojos, a sus manos, a sus cabellos, a toda su persona?

Enmudecía yo... y besaba su mano, maravillado por las infinitas cosas que me hacía sentir.


Abrí el primer botón de mi camisa. La biblioteca se encendía llena de fantasmas que brillaban paseando y desordenando los libros de poesía.

Con el ansia de recordar nuestro primer beso, dejé correr el segundo sello de memoria...

Allí estaba Myriel apoyado en la base del árbol, mirando el atardecer, abandonado a sí mismo, con el cabello más dorado que nunca.

- Nunca soñé con una felicidad como esta, Jerome... - susurró usando mi segundo nombre, como hacía siempre que estábamos solos.

A su lado, yo, completamente fascinado, me dejé guiar por el impulso arrebatado de mi sangre gitana y me acerqué a robarle un beso. Mi brazo pasó bajo su cintura, arrebatándolo para mí, tocando su piel como nunca lo había hecho antes, brillando en sus labios y uniéndome en cuerpo y alma a su ser, olvidando absolutamente todo lo que había aprendido y entregándome rendido a la belleza sublime de su ternura...

El sol terminó de morir en el escenario para cuando pudimos separarnos y salían los primeros luceros. Ignoro por qué el tutor de turno no salió furioso a buscarnos...

Abrazados, emocionados, entregados a la primera manifestación pura de amor, hicimos promesas increíbles y temerarias. La luna y los luceros no fueron suficientes, prometimos el infinito y lo que había más allá. Vencimos a la muerte, a la tristeza, a los elementos...

- El abuelo no lo permitirá - susurró Myriel deteniéndose por un minuto. - ... jamás tendremos su aprobación.

- Entonces nos iremos lejos - dije seriamente - ... abandonaré todo por ti. Dejaré la Alcalaba y viviré contigo donde sea, bajo cualquiero condición. Myriel, te amo... te amo... ¡te amo Myriel!...

- Jerome...

Otro beso selló nuestro pacto... irnos lejos... vivir humildemente...

Se lo revelaríamos a Camilo y seguramente él estaría de acuerdo... y después...


Me levanté y di un breve paseo por la biblioteca con la cabeza ladeada.

El tercer sello de mi memoria no deseaba ser tocado... no podía...

¿No quería hacer volver el motivo por el que no hubo un después?

Con el último mensaje de Myriel en las manos me dirigí hacia la tea encendida. Pronto las lenguas de fuego lamieron el papel hasta desaparecerlo.

Así, de esa forma debía también irse lentamente toda referencia a quien fuera él. Las visiones torturantes como la negra desesperación constituian mi secreto mejor guardado... después de eso tomé todas sus cosas y las vi arder en una pira pura de fuego ardiente. Así era mejor... las llamas purificaban y dejaban olvidar...

- Myriel... en qué... nos equivocamos... en qué te fallé... ¿no fue suficiente mi amor para ti?... Myriel... aún no sé por qué... por qué te fuiste... aún no sé por qué...

- ¿Señor Kavi?

Me giré rápido al tiempo que el último rastro de papel terminaba de dejar una huella ligera entre mis dedos.

- Su Majestad... ¿algún problema ha surgido?

- Ha sido mi maestro quien me ha indicado que viniese en su busca. Dijo que en breve nos reuniríamos los tres.

- Um... es extraño...

- Antes... disculpe la intrusión... antes... usted había dicho... "Myriel"... ¿es una persona que debe venir? ¿es... importante?

Sonreí beatífico. Mis sellos se cerraron lentamente. No podían verse pero al ser parte de mi energía espiritual seguramente él podía sentirlos. En realidad era todo un príncipe gitano. Aún cuando no pudo ser educado como tal por estar ocultándolo constantemente, en la Alcalaba estaba desarrollando rápidamente sus habilidades natas.

- No es nadie que exista ahora.

- Oh... lo lamento. Lo estaba llamando con tanta intensidad, que pensé... bueno... es algo triste para usted... es algo... que ha dejado huellas perennes en los espacios de la casa... lo pude sentir... en el jardín... bajo los olmos.

Asentí guiándolo al sitial de descanso.

Era impresionante ese joven. Sí, mi futuro rey podía atisbar las huellas que estaban impregnadas. Entonces, al final, no era Camilo quien despertaba a Myriel en mí, sino el Príncipe, quien sin querer, en su alegre inexperiencia, avivaba todos los rincones de la casa.

- A pesar que lleve esos sellos... no podrá borrarlo... el amor que emana de esas marcas...¡disculpe! - casi gritó Jared contrariado - ..., no es educado entrometerse en asuntos privados.- dijo mirando hacia la mortecina luz de la vela.

Sí... todo cobraba sentido con Jared. Era el ideal que pretendía alcanzar. A su lado, hacer que los sacrificios vividos en mi juventud valiesen la pena. Yo sabía que era mi destino el que había terminado alejando a Myriel de alguna forma. Y que por él... había sucedido aquella desgracia cuando logré encontrarlo. Porque el tercer sello protegía mi secreto más firme, el más terrible y el más oscuro.

Myriel ya no existía.

Y su asesino...

Era yo.

- ¿He llegado a ofenderlo con mis preguntas, señor Kavi? - susurró disculpándose.

- No lo ha hecho, su Majestad... y tiene toda la razón... esas son marcas que no pueden ser borradas.

- Aquí están ya... - dijo con voz grave el abuelo, llevando consigo el libro de Invocaciones.- apresurémonos... las horas siguen corriendo en nuestra contra.

- ¿Qué puede suceder para precipitar estos acontecimientos? - pregunté extrañado.

- Guarda silencio y obedéceme, Kavi... esta es una emergencia... prepara tu espíritu... los tiempos difíciles han llegado y vas a necesitar todo tu valor para hacerles frente como mi heredero.

- Abuelo...

Jared parecía estar plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo.

- Arrodíllate ante nuestro señor, Kavi y toma su mano derecha. - indicó el anciano golpeando el bastón contra el suelo.

Aquello que iba a empezar... lo conocía bien... pero no era posible... no... ¿se equivocaban las ilustraciones de los textos de mis antepasados? ¿Esa ceremonia no daba lugar ante un consejo y el pueblo romaní en una plaza circular? La fiesta engalanada, las flores, las danzas...

- Kavi...

- Pero... no... eso quiere decir... - retrocedí rechazándolo apenas con un gesto.

- Debes jurar solemnemente proteger al Príncipe... y... tomar lo que te ofrezco...

- ¡No lo quiero!, ¡No ha llegado tu hora! ¡Esto no puede hacerse sin los ancianos...!

- ¿No recuerdas cuál es la otra condición? - afirmó enérgico el abuelo.

- Un miembro... de la familia real... pero... ¡jamás pensé que!... no estoy listo... no quiero perderte...

- ¿Crees que soy un viejo débil al que puedes tenerle pena? Vamos...

- Pero de repente, de esta forma... nuesto pueblo no lo creerá...

- Eso es irrelevante. Esta ceremonia es absolutamente válida... ahora... - dijo posando su mano temblorosa sobre mi cabeza - ... yo... Uriel, el Gran Maestre, transmito mi cargo a mi heredero de sangre por línea materna, al varón de mi casa, Kavi Jerome el nuevo Dur-an-ki, presente aquí, a quien he revelado la absoluta ciencia y ahora, otorgo en herencia, los secretos y las visiones de mis antepasados para que lo guíen en la travesía que estaba escrita desde antes que naciese.

- Abuelo.

Un dolor profundo me invadió. Eran agujas llenas de hielo clavadas en el cuerpo, era sufrimiento y gritos. Amaneceres, Caos, Cosmos, terribles carcajadas de los dioses, eran golpes de mar, cielos, bellas huríes, estirpes, guerras, tambores, y ciudades con símbolos que no llegué a decifrar... caída, sombras, festividades, luces de colores, puertas, una espada ardiente... y luego, al caer al piso, fui levantado amablemente por Jared.

- El conocimiento que has recibido... debes guardarlo como el bien más preciado de la tierra.

- Señor...

El abuelo tuvo que apoyarse en su bastón. Estaba pálido y exhausto.

- ¡Abuelo!... ¡Sabía que...!

- ¡Cállate...! ya están aquí... ellos... han llegado. Rápido, toma a Jared y empieza la Ruta... sólo tú lo lograrás... para eso te he preparado... demuéstrame... que no me equivoqué...

- ¡No voy a dejarte! ¡Es una locura...!

- No es algo que puedas elegir...

Una flecha de fuego atravesó el aire y después de ella, varias saetas encendidas hicieron arder la biblioteca, separándome en forma de muralla de la figura de quien amara como a un padre.

- ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Camilo! ¡Ayuda!

Nos estaban atacando. Surgían de la oscuridad en hordas completas de soldados... alguien nos había traicionado y el paradero de El Espejo de Odessa había sido revelado a nuestros enemigos.

La Alcalaba ardía en llamas rojas.

Ardía a Fuego Vivo.

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