Capítulo 7: Pérdida, Vida, Torbellino

Posted by Kamijou Hiroki

Pasó tan de repente que no pude hacer nada.

Camilo fue el último que estuvo con el abuelo antes de que éste desapareciera junto al lugar que llamábamos hogar.

Fue como si cubrieran mi vida entera con el ardiente velo del adiós...

Se desmoronaba... se volvía irreconocible... caía...

Los olmos viejos eran inmensas murallas ardientes. Los libros volaban como palomas asustadas y sus hojas se desparramaban junto a los secretos que tan bien supieron guardar. Todos mis momentos empezaron a morir sin que pudiese hacer algo por evitarlo.

Mis pies seguían moviéndose... ¿tenía razones para continuar sin detenerme?

"Atrás queda el pasado"

"Y aquí..."


Jared... Camilo... ellos todavía estaban conmigo...

El fuego en pequeños puntos de cenizas caía como si fuera nieve, las flamas negras se levantaban desde el piso y besaban el cielo, tocándolo con largas lenguas de humareda. Crujieron las maderas y los cuadros opusieron feroz resistencia antes de quebrarse y ser invadidos por la negrura abismal de la muerte.

Y así, la Alcalaba, la Biblioteca del Saber, el antiguo solar de nuestros ancestros quedó desolado y a merced de los impíos que se acercaban para rescatar el botín que hubiera sobrevivido a las llamas.

Gritos, movimiento, las tropas del regimiento cruzado, ingresaron al mando de una silueta negra de enérgico porte. Todos esos bárbaros entraron a devastar lo que quedaba de la antes orgullosa Alcalaba. Escuché sus exclamaciones en ese idioma occidental que tanto odiaba y me encolerizó esa imagen, ríos de odio corrieron por mis venas y sentí como una bofetada, el insulto a mi raza Romaní.

Gente burda, ignorante, cerrados de corazón y de mente hollando con sus pies los restos humeantes de lo que había sido nuestra vida... y entre ellos... entre todas las cosas que nos habían quitado... atreverse a tocarle a Él... ¡A mirar su rostro! ¡Él! ¡A quien amaba como a un padre! ¡Su cadáver deshonrado por gentiles! ¡Su espíritu no descansaría en paz!

Mi cuerpo se comportó mecánicamente. Huir con Jared, descender por el tejado, enfadarme con Camilo... esas acciones estaban en la superficie, adentro, en mi centro, no podía dejar de llorar, de rugir, de sentir la impotencia. No estaba dispuesto a asimilar el hecho de que el abuelo se había ido.

Parpadeé...

Me pregunté de dónde sacaba mi gemelo tanta fuerza. Qué habría sido lo último que el abuelo le diría antes de partir...

Ensillar, montar, el humo, la confusión completa.

Imagino que le hablé duramente, no estaba en mis cabales, casi flotaba dentro de una pesadilla.

- Confío en él, Kavi - dijo Jared refiriéndose a Camilo. Y eso fue lo que me hizo despertar.

No solo me sorprendió a mí. Estaba seguro de que también mi par gitano estaría emocionado de escuchar semejante declaración.

Mi futuro rey... en medio de nuestro escape dijo las primeras palabras favorables en relación a mi hermano. En cierta forma, su voz podía calmarme... su fe en ambos tornaba la situación en algo todavía soportable.

Cabalgando, escuchándoles respirar quise concentrarme en ello.

"Estamos juntos... nosotros continuamos nuestro viaje...eso es lo que importa... nuestra casa... es donde están las personas que amamos... y nuestra misión... Él me la encomendó... Él me preparó durante años... dijo que sería difícil, que empezaría con lágrimas y ahora ha llegado el momento de mostrarle que soy digno... debo levantarme y de estas cenizas, surgir otra vez, más fuerte que nunca"

El mañana era mustio, incierto.

"Abuelo, no te has equivocado... ¿ves esta mano?... esgrimirá la espada por ti... tú no morirás... mientras yo esté aquí... tú... el Gran Maestre... siempre serás recordado y no voy a permitir que nadie te olvide... el mejor líder de la resistencia romaní... el más Sabio, quien nos ofreció al Príncipe de todas las Naciones, la Esperanza, tú nos devolviste la posibilidad de soñar y vamos a convertir esa posibilidad en realidad aunque todo el contingente cristiano y la mismísima inquisición venga a hacernos frente, esta es la primera acción de una guerra que vamos a ganar... solo mírame, desde las estrellas, mírame abuelo, voy a construir un reino, El Reino, que nos fue prometido".


Latía mi corazón con juramentos semejantes y mis ojos brillaban en la noche. Ese furor no iba a apagarse, quizás a dormir envuelto en mi lógica natural, pero estaba grabado con letras de fuego en el pecho y ardería igual que mi hogar y los huesos de mi segundo padre, ardería en rojo empujándome hacia adelante.

En nuestro primer descanso dispusimos un rústico campamento y fui a sentarme frente a la hoguera. Camilo se quedó rezagado, ¿por qué? no tenía cabeza para dilucidarlo. Dividido en dos partes, intentaba pensar claramente.

"Abuelo... abuelo..."

- Señor Kavi... - susurró amablemente Jared acudiendo a mi lado.

Podía comprenderme. En su azarosa vida de escape, no era la primera vez que asesinaban a alguien que le era especial. Mi futuro rey había ya probado la hiel de ese sufrimiento y estaba allí para prestarme su apoyo.

- ... disculpe mi mente estaba...ha sido una gran pérdida... ni siquiera hemos podido preparar una ceremonia... su espíritu...a ido a reunirse en la mirada de O Del, así como fue escrito desde su nacimiento, pero eso no basta para mí.

- Murió como un hombre valiente, sirviendo a la causa en la cual creía. Y como él, miles de mártires y gente de valor a perecido a manos de un mundo injusto. De un mundo que tratamos de cambiar... por eso lo necesito ahora, Kavi. Debemos continuar... y aceptarlo... lo lamento mucho por ustedes, yo...

Se mordió los labios. Era evidente que sentía intensa culpa. A pesar de su experiencia, era un adolescente y a esa edad los golpes del destino duelen mucho más. Como su protector y nuevo guía tenía que mostrar mucho más valor.

- No se preocupe... lo lograremos... y nuestra victoria será la paz que encontrará en el infinito. Sólo imagínelo, a todos los romaníes, unidos, por fin en la tierra de sus mayores, establecidos y prósperos.

Camilo volvió de su puesto y una roja manzana voló a mis manos como el dulce de un niño.

Y había mucho más, algo importantísimo

-¿Cómo? El abuelo lo tenía en sus manos --murmuré viéndole a mi lado.

-Toma-. Entregó la pieza tintineante de plata... ese amuleto... ¡ese collar!

-Pero... - recién salí de mi autocompasión para verle. Se había arriesgado por aquellos objetos. -. ¿Atravesaste el fuego? -pregunté asombrado.

-No fue nada- dijo tan fanfarrón como siempre, sin embargo, en su abrazo sentí la misma emoción del momento.

-Idiota, pudiste haber muerto quemado - le reñí, no estaba molesto, todo lo contrario.

El amuleto estaba en mis manos. Esa pieza estaba prohibida. El abuelo mismo la había tomado en circunstancias dolorosamente distantes. Esa era la joya que llevaba Myriel la noche que murió y el libro de las Invocaciones sería nuestra guía. Se convertiría en el tesoro más preciado. Dado que contenía la sabiduría del Maestro, a través de él podríamos comunicarnos todavía incluso si él había partido.

Le admiré en ese momento. Y secretamente envidié su valor y arrojo. La osadía de mi hermano por fin se convertía en una virtud digna de alabar.

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Extendí el mapa que había guardado en el filo derecho de la bota y fui pasando el dedo a través de las sierras que acompañarían nuestra ruta de escape. Jared asentía sugiriendo a veces un cambio de posición y Camilo aprovechaba la cercanía e inclinación de la materia para estar medio centímero más cerca suyo. Lo que me empezaba a preocupar era la forma en que Jared se permitía que aquello continuase sin anteponer una queja.

El viento que movía los cabellos de ambos, terminó entreverándolos en tres ocasiones y en cada una de ellas estuve a punto de lanzar a cierta persona hacia un costado para que dejase semejante actitud de acoso, pero preferí esperar a que Jared volviese a su cabalgatura antes de halar de las orejas a mi siempre pervertido hermano acorralador.

Mientras se dirigía a su respectivo corcel, le corté disimuladamente el paso.

- Camilo...- moví la cabeza negativamente.

- ¿Sí, se te ofrece algo, Kavi?- dijo tan cortés como siempre, fingiendo naturalidad.

- Eso que estás haciendo... debes terminar de hacerlo ya, porque no lo voy a permitir. No tengo que agregar nada más. ¿Cómo debo explicarte que tienes que portarte bien?

- Oh, vamos, y ahora ¿qué ha visto el puritano Kavi que debe llamarme la atención? ¿Acaso me he atrevido a aspirar el aire que sale de los labios de Jared? Ohhh que imperdonable, no volverá a suceder, juro solemnemente evadir cualquier suspiro que lance nuestro protegido. ¿Además de eso tienes algo más que reclamar?

"Lo sabes bien... así que por todos los dioses ¡detente!" - le envié fuerte y claro para que Jared no pudiese escucharnos.

"Linda manera de amenazarme"- sonrió trepando al caballo con su diestra habilidad.

"Camilo... sólo una cosa más"

"¿Sí?, mande su señoría"

"Mhm... gracias... por lo de anoche... estuviste a la altura de las circunstancias".

La sonrisa que lanzó me hizo agregar:

"Que no se te suba a la cabeza... todavía nos falta conversar de asuntos muy serios"

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Ocultos entre las cornisas y pedregales de la sierra, erramos varios días dando vueltas. Apenas sentíamos el menor temblor o señal equívoca, volvíamos a escapar, retrocediendo, o bajando las intrincadas hondonadas de los bosques negros. Para cualquier otro que no tuviese intuición gitana, aquello hubiera sido una condena a muerte. Los paisajes cambiaban tanto segundo a segundo que el menos avisado perdería pie en algún barranco o por el contrario, terminaría ahogado en los pozos de arenas movedizas.

Por mi parte trataba de que el camino fuese lo menos duro posible para mi Príncipe y también vigilaba cuidadosamente sus horas de sueño y de reposo. A cada tanto, Camilo encontraba algo interesante que contarle y pasaban cierto tiempo enredados en inocentes conversaciones que yo - siempre presente como una sombra - interrumpía si veía la borrasca de algún tipo de galantería implícita. Sin embargo mi hermano se comportó medianamente bien para ser un conquistador de primera a kilómetros de su elemento natural.

- ¿Ya nos acercamos a nuestro destino? - preguntó Jared en el último atardecer del campo salvaje.

- Es posible que mañana lleguemos al pueblo de ... - asintió amable Camilo.

- Espero que sea realmente un buen escondite. - dije tomando los maderos y encendiéndolos para preparar la fogata. Camilo aprovechó mi ocupación para ayudar a Jared con sus mantas y cuando me giré éstas habían caído al piso y el muchacho apartaba sus dedos como si hubiera tocado algo caliente. Apostaba a que sus dedos se habían rozado por casualidad.

- Camilo, ocúpate del fuego... yo le acomodaré adecuadamente.

"Terrible... terrible... apártate ya"

- Como quieras - respondió encogiéndose de hombros. Pero cuando pasó junto a mí vi que su gesto era un pequeño mohín de desconcierto. Nunca le había visto esa cara y la verdad esperaba alguna pulla o broma de su parte, pero su silencio no me gustaba nada de nada. ¿Qué sería lo que empezaba a revolverse? Mejor no pensarlo, faltaba tan poco para llegar...

Jared se acomodó y luego de rezar los tres las abluciones antes del reposo quedó dormido, Camilo, fastidiado, se encargó de la primera guardia, yendo a tiro de piedra, bajo una cornisa cóncava o la puerta de una pequeña gruta.

Abrazado a mi mismo, observé la inmensidad de las estrellas. El Príncipe dormitaba y entonces la voz masculina, entonada y fresca de mi gemelo se escuchó sobre la brisa nocturna.

Cantaba muy bien. Eran todas tradiciones y viejas tonadas de los cíngaros. Estaban en idiomas mixtos. Textos tramados y cruzados sin fin, romances, tragedias, alegrías, un folklore bárbaro que al pasar por sus labios se convertía en el lamento propio de mi pueblo.

Me encontré tarareando algunas partes mientras distraídamente, mis dedos jugaban con el medallón cerrado. Su pequeña aldaba cruzada era obra fina de pedrería y no sería fácil de sortear. Si halaba equivocadamente, la lámina de hierro del interior se adheriría a la imagen y al intentar sacarla, rompería la miniatura, haciéndola irreconocible. Eso debía tener una forma especial de abrirse, una que siguiera cierto orden no convencional.

- ... mnnnm...

Se revolvió Jared entre las sábanas. Quizás el canto de Camilo había llegado a lo profundo de su subconsciente, de él provenía el aura de la tranquilidad.

"Empatía total... diría que en estado bruto en un cincuenta por ciento, si llegan a pulir esa habilidad, estaríamos hablando de un setenta por ciento, muy cercano al lazo que Camilo y yo tenemos por cuenta natural"

Como todas las cosas que concernían a mi señor, esa también debía quedar en estricto secreto.

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Temprano, bajo la disolvente neblina, por fin tuvimos noticias de Ciudad Real, una inmensa urbe que se extendía perezosa bajo la mirada imponente de sus torres de guardia y sus celosos centinelas. Apenas hacía unos cincuenta años, los moros habían sido expulsados oficialmente y conservaba todavía el aire bélico de la resistencia. Sin embargo, lejos de la guerra, los negocios regían por entero Ciudad Real y los orientales adinerados todavía contaban con establecimientos de lujo y diversión para todas las castas. Algunas mezquitas quedaban en pie según los acuerdos que firmaran los musulmanes y la población de ese tipo mantenía una vida de rigurosa piedad a Alá, en estricto privado y sin demasiados problemas. Dentro de la ciudad, tanto cátaros como alquimistas, errabundos y árabes convivían con los cristianos si bien no en completa armonía, por lo menos con cierta holgura ya que todavía ninguna autoridad tenía motivos para ajustar las leyes que regían el bien común.

- Ciudad Real... - suspiró emocionado Jared, después de tantos inciertos días a la interperie.

- Así es. Ahora tenemos que ir con cuidado, nos recibirá un anciano amigo del abuelo, y allí pensaremos con más calma qué debemos hacer.

- Es muy grande...

Camilo adelantó el caballo y trotando muy alegre tomó aire ruidosamente.

- Llevaba años sin pasar por estas puertas...

Había olvidado que sus lugares preferidos de perdición estaban relacionados a la increíble vida nocturna que se ofrecía en sitios multiculturales.

- Apuesto a que media ciudad te conoce, eso no nos conviene para nada - me quejé.

- Vamos, a estas alturas ya se deben haber olvidado de mí... digo no todos, algunos recuerdos duran para siempre...

- Descarado - le corregí.

- ¿Empezaremos a discutir tan temprano? - chasqueó la lengua con indiferencia. - Enfoquémonos en el problema principal. ¿Creen que dejarán entrar a su libre albedrío a tres gitanos sospechosos? Franquear la entrada con todos esos guardias sin armar jaleo será muy complicado.

- Hum... - Jared empezó a comprender.

- Podemos probar con la Puerta Sur, si es la de entrada de las mercancías serán menos acuciosos por allí.

Tuvimos que curvear y ocultarnos rápidamente tras el ramaje de unos árboles. Viniendo por la ribera del río los cascos hicieron temblar la tierra. Eran doce pero su presencia semejaba un batallón de cientos.

- ¡Abran paso a la Guardia de los Caballeros del Temple! ¡Abran paso!

Venían montando desde hacía días, se notaba en las armaduras y su desgaste con la tierra y el agua. ¿Eran los mismos que habían arrasado la Alcalaba? ¿Podría mi acero beber justicia en esos momentos?

La mano de Jared sobre mi brazo y su gesto fueron contundentes.

Algo más importante que la posibilidad de matar a esos infelices me impedía saltar sobre esa pequeña tropa. Camilo asintió.

-"Déjalos, Kavi, no vale la pena
"- intervino Camilo empezando nuestra comunicación telepática.

-"..."

-"A Él no le hubiera gustado ese inútil derramamiento de sangre... no fue por eso que te educó con tanto esmero"

-"Entonces"

-"Vamos a la entrada sur... hagamos el juego del demonio..."

- "Ohhh no, Camilo, no, no es la forma..."

- "¡Hace tiempo que no lo hacemos y es una excelente oportunidad para divertirnos! Venga, no seas tan rígido, sabes que es una idea genial"

- "Camilo, Camilo... espero por tu bien que funcione"

- "Me encanta cuando usas tantas palabras para decir que sí..."


Tonto. Por eso nuestras conversaciones tenían que ser privadas, Jared debía permanecer lejos de su maligno influjo.

- ¿Qué vamos a hacer?- preguntó el joven.

- Entraremos por la Puerta Sur - sonrió enigmáticamente Camilo, podría decirse que casi casi iba a lanzar una carcajada.

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Envueltos con sendas capas, ya teníamos repartido el guión. Me daba un poco de vergüenza hacer ese acto con el que habíamos -alguna vez- atormentado a los pobres criados durante nuestra primera infancia. Pero la situación no admitía vacilaciones.

Todavía quedaba algo de neblina y debíamos entrar antes que terminase de disipar su perturbadora faz.

Empezaba yo...

Cubierto de pies a cabeza con la capa, andaba directamente hacia la entrada.

- ¡Eh! ¡Quién es usted... identifíquese! - gritaron los guardias bajando las lanzas de inmediato.

Sin responder la orden me acerqué casi hasta el arco central y tendiendo mis manos hacia arriba desaparecí.

Bien, simplemente aproveché la niebla para saltar hasta la cornisa por sobre sus cabezas. Sólo que el efecto a sus ojos fue producto de la magia.

Luego, casi al interior apareció Camilo.

Y entrando por la abertura rectangular que cuidaba un soldado en tiempos de guerra, volví a aparecer al tiempo que Camilo se esfumaba de su vista.

A ojos de los presentes parecía que me teletransportaba de un lugar a otro. Eso bastó para convencerlos de que no se trataba de un ser humano. Fue mucho peor cuando nuestra coordinación nos llevó a rebotar de aquí a allá y cuando ya todos habían tirado sus armas al piso, nos descubrimos el rostro para que no les quedaran dudas de que se trataba de la misma persona.

- ¡Qui-qui-quién eres...! - dijo el encargado tratando de parecer valiente.

Levanté la mano para señalarlo, luego me esfumé para dar paso a Camilo, como a unos diez metros lejos de mí.

- ¡YO SOY...!

Volvió a esconderse y completé con voz de trueno.

- ¡EL DEMONIO!

Hasta se persignaron cuando me escucharon nombrarlo.

Eso fue todo. Los guardias tenían la cara enterrada en el piso del puro susto. Le hice la seña a Jared y lo albergué bajo mi capa, ni siquiera vieron qué calle tomamos, sólo escuchamos el alboroto de la muralla superior y los gritos del jefe de turno. Seguramente en diez minutos se darían cuenta que era una chanza, pero por el momento estaban harto asustados para pensar en otra cosa.

Camilo, Jared y yo, nos dirigíamos a puerto seguro. Lástima que perdiésemos los caballos en la entrada, eran buenos corceles y los íbamos a extrañar. Por lo menos me quedaba la felicidad de haberles quitado la montura, dejándolos libres a campo traviesa, eran inteligentes y nobles, sabrían conservar su libertad, por eso nos entendíamos, los caballos al final tienen alma de gitanos.

Corriendo, entre una multitud de personas de distintas razas y vestimentas de colores, nos hundimos en aquel tejido vivo llamado Ciudad Real.

- ¡Increíble, increíble!- susurraba mi Príncipe emocionado.

Mi gemelo, orgulloso ajustó el paso hacia el pequeño callejón donde esperábamos, nos recibirían con honor.

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Sentados en la grada de la pequeña casa de paredes de arcilla rectangular no dábamos crédito a nuestros oídos.

Sire Alí, el mejor amigo del abuelo había fallecido hace dos semanas.

Sospechosamente inconveniente.

¿La eliminación de las cabezas de nuestra hermandad secreta estaba ya en curso? ¿Qué tan peligroso era quedarse en Ciudad Real?

La sobrina de Sire Alí nos atendió por la rendija de la puerta, ni siquiera mostró su rostro y nos instó por sus hijos pequeños a alejarnos inmediatamente. No quería tener ninguna relación con nosotros, no permitió que le explicáramos la urgencia de encontrar refugio. Fue simple, directa: los asuntos de su tío Alí habían muerto con él.

Allí había terminado aquel hilo conductor.

Seguramente que los libros, las cartas y toda la correspondencia intercambiada entre el digno Sire y mi abuelo también podía darse por perdida.

- Rayos... no podemos quedarnos aquí - maldije - tenemos que movernos. Ya se debe haber disipado el cuento del demonio, estarán buscando por lo menos a una persona con nuestras características...

- De hecho... yo tengo un lugar seguro, pero antes que te niegues, quiero que lo pienses bien.- dijo Camilo irguiéndose.

- Supongo que podría servir si es que no se trata de algo demasiado bajo. Habla, di ¿dónde es? ¿De qué establecimiento se trata?- le espeté.

- No te lo diré. Debes elegir a ciegas y sin quejarte.

Me estaba poniendo al extremo. Sin embargo, necesitábamos desaparecer de las calles sin llamar la atención y no podríamos hacerlo alquilando un cuarto en una pensión.

- En lo posible no dependeré de ti para estas cosas - le dije dándome por vencido.- guíanos...

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Mi cara y cierto tic nervioso que quería aparecer en ella reflejaban lo que en mi pensamiento estallaba.

¡Eso-eso-eso-eso era!

¡Una.........!

¡Unaaaaa.............!

¡Caaaaa---- caaaaaaaaaa---sa de...!

Oh de esos "lugares Indecentes" con I mayúscula.

Traspasamos la puerta y las cortinas largas de tul azul.

Jared se mostraba bastante curioso con cada adorno y objeto curioso que veía colgado de la pared. El pobre seguramente jamás había pisado nada que se le pareciese.

Antes de que Camilo terminara de avanzar le cogí del cuello disimuladamente y le lancé mis pensamientos.

-"¡No sé cómo infiernos me convenciste de entrar en este lupanar pero nos vamos ahora mismo! ¡Esto es imposible! ¡Semejante descaro! ¡Por los cielos constelados, estamos cuidando al último miembro de la familia real! ¡Y tú lo traes a un... a un...! ¡Ni siquiera diré su nombre porque...!"

- "Bahhh... tanto escándalo por nada... este es un buen escondite como cualquier otro y sospecho que nos saldrá gratis. Además, no teníamos opción y Jared se ve muy interesado, no parece que esté ofendido de ninguna forma"

- "¡Eso es, pedazo de idiota, porque no tiene la menor idea de qué se hace aquí!"

- "¿Tienes miedo de que espabile más que tú?"


En ese momento se puso la capa y me lanzó dos pasos hacia adelante, justo cuando las mamparas de cristal fueron movidas por un hombre joven que parecía el dueño del local. Su piel era de un rosáceo claro, bien cuidada y con apariencia tersura. Sus ojos muy azules y sus cabellos del mismo color. Vestía apenas una falda larga y vaporosa, a modo de hurí u odalisca. Cruzado sobre su pecho, un pañuelo transparente con hilos de oro, cubría a medias su hombro, aunque en verdad le daba una apariencia sexy, destacando lo que supuestamente quería mantener oculto.

Apenas me vio sus ojos se sorprendieron y se dirigió directamente hacia mí.

- ¡Camilo! ¡No lo puedo creer...!

Yo miraba acá y allá sin darme cuenta que mi traidor hermano estaba oculto por entero tras Jared.

Me cayó una señora bofetada que sonó fortísimo.

- ¡Ingrato! ¡Tanto tiempo y ni una sola línea! ¡Cómo te atreves a venir así!

Luego de eso anudó los brazos tras mi cuello y se empinó para besarme largamente.

¡Debía haberlo imaginado! ¡Era de los tantos amantes que tenía regados por el mundo!

No imaginaba las caras de Camilo ni de Jared cuando ese hombre se atrevió a lanzarse encima mío.

Cuando nos separamos yo estaba traumatizado.

- Y encima traes a tu amante más joven, nyaaa, no tienes perdón, pero qué puedo hacer, cariño, así es el amor y bueno, no digamos que te he sido muy fiel en este tiempo.

- ... ¡Waaaaaaaaaaa!- grité sacudiendo la cabeza.

Camilo salió a la luz.

- Siempre es bueno verte, Haziel, no has cambiado en nada.

- Oh pero si tú - dijo retrocediendo - ¿Camilo?... ¡Eres incurable! ¡Malo!

- Te presento a mi hermano gemelo, Kavi Jerome de Bazille.

- Ya he tenido el gusto - dijo guiñándome el ojo.- y aquí entre nos tus labios son más dulces que los suyos...

Enrojecí y tosí hacia un lado.

Jared seguía prestando mucha atención con la máxima curiosidad.

Haziel inclinó la cabeza al verlo y luego riñó alegremente a Camilo.

- Siempre has sido un travieso, mira que tomarme así desprevenido - se giró hacia mí medio segundo - pero si sois idénticos. Quién lo diría... hasta un cabeza dura como tú tenía familia... ohh no me digas que esta preciosura es tu nueva conquista... pero si es bellísimo. ¿No me lo puedes prestar algunas noches? Apuesto que mi negocio rendiría el doble con un chico tan mono.

Mi Príncipe iba abriendo la boca para preguntar cuál era su negocio y por qué me había besado, cuando Camilo interrumpió haciendo que no con el dedo. Sabía que estaba a punto de sacar mi espada y atravesarle el corazón.

- ¿Por qué no nos sentamos? Tenemos que ponernos al día.

- ¡Por supuesto, vengan por aquí! No todos los días se aparece un hombre entre los hombres como tú, cariño y ahora vienes tan bien acompañado que me has alegrado el día.

Tronó los dedos y un esclavo salido de dios sabe dónde nos acompañó a la parte superior del local, donde se olía el incienso de las habitaciones. Mi presión arterial bajaba de sólo pensar que estábamos internándonos en semejante perdición.

- Pónganse cómodos - indicó Haziel señalando una sala decorada al estilo hindú. Los lugares se ubicaban sobre el piso, pero en anchos cojines de mullido interior. - Camilo, querido, junto a mí, y usted, hermano atractivo también, joven guapo, usted al frente para poder verle bien. He sido bendecido hoy por los dioses, una mesa llena de hombres increíbles y buen vino es todo lo que necesito para vivir.

- Podría... - empezó Jared pidiendo la palabra.

- Claro que sí, dulzura, pregunta lo que quieras, esta es tu casa.

- Me preguntaba... qué tipo de negocio se regenta aquí - dijo interesado.

Haziel rió esgrimiendo un abanico de pavo real, dándose aire con verdadera gracia.

- ¿De dónde ha venido esta criatura tan inocente? Camilo, te has convertido en un completo corruptor... no me digas que aún no...

- ¡Basta! - me levanté.- ¡No le hable como si fuera...!

- Kavi, por favor, no es... para tanto... - susurró Jared sin que pareciera una orden y sin embargo haciendo de mí a su voluntad.

Volví a mi puesto mascullando, la situación me enloquecía.

- Caballero, nada de ponerse violento en mi casa... verás muchacho, en mi establecimiento vendemos fantasías de pasión y romance... digamos que en los cuartos aledaños duermen bellísimos donceles que durante las noches se convierten en mensajeros del dios Amor... y por cierta cuota razonable alternan a su gusto con los clientes, como hadas luminosas que bajan a cumplir los deseos de los miserables mortales...

- ¿Y qué hacen exactamente?

- Ohhh eso tendrás que preguntárselo directamente a mis pequeñas hadas... si te gusta, piénsatelo, tienes un inmenso potencial...

- Haziel... - dijo amablemente Camilo - no hemos venido por eso... estamos en un pequeño lío y...

- Por supuesto que están en un lío, sino por qué me buscarías. Siempre has sido ingrato y egoísta. Pero tengo corazón de oro y te ayudaré, seguro que el problema está relacionado con este chico tan delicioso, tú por un muchachito así irías de rodillas hasta la Meca, te conozco bien.

Jared miró a Camilo y no digamos que estaba precisamente feliz, por el contrario su ceño amenazaba con fruncirse.

Él evadió la situación con una sonrisa.

- ¿A los chicos les pagan por filtrear con los clientes? - volvió a la carga el Príncipe.

- No insistas, majo, no te lo diré... sólo aclararé que ninguno se va con alguien que no le gusta. Ni por todo el oro del mundo una persona se relacionaría con otra que no le agrade aunque fuera un poco. En eso soy estricto, y mis colaboradores lo saben. Tengo mis métodos para deshacerme de los irrespetuosos. Yo siempre he creído que la pasión es fruto de cierta química - fijó sus ojos insistente en mí - ... y hay cosas que no son problemáticas siempre y cuando te agrade el hombre en cuestión...

Fingió que se le caía el abanico y por instinto se lo recogí. Cuando alcé la cabeza ya estaba apoyado sobre mi pecho.

- ... los chicos de mi establecimiento son artistas del placer...

Enrojecí avergonzado por las libertades que se tomaba conmigo.

- ¡Tenga su abanico!- casi grité apartándome bruscamente.

- ¿No es genial? - dijo fresco - Camilo, él es igual a ti por fuera, pero no se parece en nada por dentro. Es tan moral, tan estirado... cielos, cómo podría dejarle en paz, mira ese rostro contrariado...,¡es como si fuera a morirse!, jijijiji, pobrecito, seguro que desea salir corriendo de aquí...

Dio dos toquecitos en mi nariz.

- Re-lá-ja-te, no voy a hacerte nada que no quieras... y mi respuesta es: sí. Podéis quedaros. No preguntaré nada. Si quieren pueden bajar en la noche a ver el espectáculo, sino, les enseñaré sus habitaciones. Y para aclarar esa mirada, jovencito - se refería a Jared - Camilo trabajó aquí como parte de la seguridad. Prestó un buen servicio a este empresario del deseo y nada más, por lo menos hasta donde yo sé.

- Ohhh ya veo - dijo.

¿Aliviado de que no haya sido amante de Haziel?

Eso me sonaba a mentira, pero funcionó muy bien para mi señor. Éramos luminarias de donde veníamos, pero en ese mundo estábamos perdidos. Camilo, por el contrario, respiraba muy en su aire.

Después de comer y de evadir todos los ataques del dueño, mi paciencia estaba en su límite y solicité ir a descansar.

Colgado de mi brazo, Haziel nos llevó a las dos habitaciones que tenía disponibles.

- Yo puedo cuidar a Jared - afirmó serio Camilo.

- Sobre mi cadáver - le rugí - nosotros a la izquierda, tú a la derecha. Si pasas esa puerta, te mato.

- Ohhh que chico más duro. Pero debo admitir que tu hermano tiene razón. No te dejaría en el mismo cuarto con un joven hermoso, quién sabe la nochecita que le harías pasar...

Jared se puso blanco al escuchar semejante conversación sobre él y Camilo por primera vez sudaba frío con las insinuaciones. Para empeorar su situación, dos chicos que acababan de despertarse vinieron volando y se me treparon con manos urgentísimas.

- ¡Camilo, has regresado!

- ¡Nuestras noches no son lo mismo sin ti!

- Ya nadie nos atiende como tú ni nos da el "tratamiento especial"

- Ohhhh nunca has tenido piedad...

Levanté el dedo pulgar y señalé hacia atrás.

- ¡Dos Camilos! - gritaron al mismo tiempo mis atacantes - ¡O sea que van a cerrar el local porque entre ambos no vamos a darnos abasto!

Jared puso los ojos en una línea y resoplando me agarró de la mano y metiéndonos en el cuarto cerró de un portazo.

Vaya... esa reacción era... inesperada...

En el fondo la agradecía porque me sacaba del lío, pero también auguraba nubes negras en el futuro...

Así, Camilo, Jared y su servidor, empezaban la aventura en la casa de Citas de Ciudad Real.

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