Debleza

Posted by Kamijou Hiroki

Miraba nostálgico el paisaje a través de la ventana. Estaba inquieto; mi instinto intentaba avisarme, pero no quería escucharlo. No me sentía preparado; por lo que, mi mirada vagaba más allá de los olmos. La libertad me llamaba como todas las noches. Llevaba demasiados años durmiendo solo bajo el amparo de la luna y las estrellas. Ellas habían sido mis curanderas y mis maestras. Habían sanado las heridas causadas por el desprecio del abuelo y el dolor de dejar atrás a la única persona que me importaba, mi hermano, mi gemelo, Kavi. Ellas habían compartido conmigo todo el conocimiento que me había transmitido nuestra madre desde el vientre; el que no necesitaba aprender de los libros o de la boca del abuelo; el que sólo esperaba el momento correcto para despertar. Ellas me hablaron de los tiempos pasados, del presente y del futuro. A pesar de ser la mejor compañía que cualquiera pudiera haber deseado, extrañaba la presencia de mi hermano. He estado entre cientos de brazos, pero necesitaba la inocente familiar calidez que sólo podía brindarme aquel con el que compartí el vientre materno.

Con los ojos cerrados, recordé al par de chiquillos, que husmeando entre los papeles del abuelo, había leído la historia de su singular nacimiento. Según sus anotaciones, yo había sido el primero en nacer.

--Parece que se le ha atorado una mano --señaló angustiado nuestro padre al ver que efectivamente mantenía una dentro del cuerpo de nuestra madre.

--Sujétale el brazo y tira suavemente --sugirió el abuelo, quien estaba presente por azares del destino.

Nuestro preocupado padre había sujetado mi brazo y con suavidad había tirado de él, haciendo que yo comenzara a llorar.

--Heredó el carácter de su madre --había comentado el abuelo.

--No lo estoy lastimando --había aclarado nuestro padre.

--Ese llanto es de enojo, no de dolor. De hecho, creo... --el abuelo había enmudecido al ver finalmente mi mano.

Asombrados, el abuelo y nuestro padre habían observado cómo sujetaba el pie de mi hermano.

Mi madre había reído feliz y en ese instante nos había regalado nuestros nombres. --Camilo, serás incomprendido y odiado por muchos; pero eso no te afectará, pues junto a tu hermano lograrás lo inimaginable. Muchos te desearán por tu salvaje belleza, valor, fuerza y poder. Sin embargo, en tu corazón sólo habrá espacio para el amor puro hacia tu gemelo y el amor apasionado hacia quien debería ser prohibido --aquí el abuelo había escrito entre paréntesis que nuestros padres se habían mirado y sonreído, cómplices amantes--. No desearás la gloria ni te importará vivir a la sombra del poder de tu hermano. Sólo tú conocerás su fragilidad y por eso serás el protector de Kavi --había dicho sonriendo mientras miraba al otro pequeño, que dormía aparentemente ignorante de hallarse ya fuera del vientre materno--. Kavi, amarás las letras. Serás elegante, pero demasiado apegado al autocontrol. Sufrirás profundamente por la culpa y las enormes expectativas que te impondrán otros y que te impondrás a ti mismo. Adquirirás conocimientos sin fin y estarás a cargo de una misión demasiado grande para alguien tan joven. Pero saldrás airoso, porque junto a tu hermano, ese al que amarás y odiarás por desafiarte a ver la vida desde otra perspectiva, lograrás lo que se te ha sido encomendado. Amarás y perderás tu primer gran amor, pero la vida te dará otra oportunidad. Aunque Camilo y tú pasen una temporada alejados, manténlo siempre a tu lado, pues él te ayudará a comprender que las segundas oportunidades son vitales en la vida --otra anotación del abuelo entre paréntesis indicaba que nuestra madre había reído suavemente--. Intenta apoyar a tu hermano, como él te apoyará a ti, cuando se enamore. Él estará más aterrado que tú, aunque por razones diferentes --al concluir, nuestra madre nos había besado en la frente y luego nos había entregado a nuestro padre y abuelo antes de cerrar los ojos para siempre.

Al llegar a esa parte de la narración, Kavi y yo nos habíamos abrazado y llorado. Esa fue la primera vez que la habíamos sentimos “real” en nuestras vidas. Luego, habíamos salido corriendo para evitar que el abuelo descubriera que habíamos estado leyendo su diario.

En aquel momento, éramos demasiado pequeños para entender lo que habíamos leído. Con el paso de los años, ese recuerdo había quedado escondido en nuestras mentes. Pero esta noche, todos los recuerdos se volvían en mi contra.

Me alejé de la ventana, pensando en cómo el amor destruía. Nuestra madre había muerto al darnos a luz, por amor. Nuestro padre había desaparecido a los pocos días; unos decían que se había suicidado porque sin ella no podía vivir; otros decían que había enloquecido de dolor y había perdido la cordura. Lo que yo sabía era que se había olvidado de nosotros y nos había dejado con el abuelo, quien nunca nos vio como niños, sino como “destinos”.

--El amor es una trampa para destruir voluntades --dije, recordando cómo nunca había dormido acompañado y nunca lo haría. Había sentido el dolor de Kavi con la partida de su amado y luego con su muerte. No conocía los datos exactos de su muerte, pero sabía que mi hermano estaba íntimamente relacionado al suceso y no se perdonaba... y siendo como era, jamás se lo perdonaría.
Suspiré, dándole la espalda al conocido llamado de la noche. Eran demasiados años huyendo de los recuerdos, del dolor, de los poderes que bullían en mi interior. Había llegado el momento; lo supe cuando Kavi me sugirió que regresara a la casa del abuelo. Pude haber continuado mi camino, pero él no sabía lo que se avecinaba. Y yo sabía que me necesitaría, aunque no aceptara de buena voluntad mi ayuda.

--Tonto, somos dos personas completamente distintas, pero juntos... --murmuré, sonriendo al recordar la reprimenda de pocos minutos atrás. Kavi lo llamaría amenaza, pero nunca lo he considerado una amenaza más que para sí mismo--. Hermano, hermano, ¿cuándo aprenderás a ser menos inflexible? Eres demasiado estricto y rígido.

--¡Camilo! --la voz del abuelo irrumpió con fuerza entre mis pensamientos. Era la primera vez que se comunicaba mentalmente conmigo--. No hay tiempo para todo lo que quisiera decirte, explicarte, enseñarte. Sólo quiero que sepas que te amé, aunque no te comprendiera. Jamás abandones a Kavi, incluso cuando intente alejarte de su lado.

--Viejo, sabes que nací para proteger a mi hermano y al rey.

--¿Siempre lo has sabido? --percibí el asombro en su voz--. Hijo, lamento no haber sido el padre que querías.

Me sentí estúpidamente conmovido. Conociendo cuán orgulloso es, supe que esa era su manera de excusarse por haberme alejado del círculo familiar. Amo al viejo, pero igual que él no me comprendió a mí, tampoco yo lo comprendí a él. --No quiero que mueras --acerté a añadir.

--Eso no está bajo nuestro control. Mi destino está escrito en las estrellas, igual que el de ustedes.

--¿Dónde estás? --pregunté, saliendo apresurado de la habitación. Sabía que había llegado el momento de decir adiós.

Los gritos de Kavi me llevaron hasta la puerta de la biblioteca. Debí haberlo imaginado, reprendí mentalmente mi lentitud en reaccionar al ver el humo. Sujeté la manija de metal de la puerta y la abrí, ignorando el dolor de la piel quemada.

Adentro, reinaba el caos. Kavi protegía con su cuerpo a Jared, sin moverse, mirando angustiado cómo el fuego consumía todo alrededor del abuelo.

--¡Sácalos de aquí! --me ordenó el abuelo. Intenta no ocasionarle muchos dolores de cabeza a tu hermano por el chico, añadió en mi mente. Sorprendido, vi cómo sonreía antes de que una flecha cortara el hilo de su vida.

--¡Abuelo! --Kavi gritaba desconcertado--. ¡Camilo, ayúdalo! --me rogaba, protegiendo aún así con su cuerpo al chico que temblaba a sus espaldas.

--Su alma ya partió --dije, empujándolos hacia la puerta, logrando a base de fuerza bruta sacarlos de allí--. Ve a nuestra habitación. ¡Ahora! --grité para que reaccionara.

Esperé a que se volteara, llevando al chico por la mano, para atravesar el fuego, ignorando nuevamente el dolor. Agarré el Libro de las Invocaciones y el collar del abuelo. --Devleça --me despedí de él, cerrando sus ojos y mirando al viejo con cariño por última vez. Guardé el libro dentro de mi camisa, me coloqué el collar y me dirigí hacia la cocina. Apresurado, envolví en un paño varias frutas, un bollo de pan y queso. Luego, corrí hacia mi habitación.

Tal como esperaba, encontré a Kavi ayudando a Jared a salir por la ventana y sujetarse de las ramas del árbol para subir al techo. De pequeños, solíamos escabullirnos de esa manera para mirar la luna y las estrellas e inventar miles de historias absurdas sobre el mundo y las personas.

Subí al lado de Kavi, mirando hacia todos lados, pendiente de cualquier movimiento extraño. Una vez en el techo, agradecimos la oscuridad de la noche que nos permitió atravesarlo sin que las llamas de fuego, que consumían el lado contrario del que había sido nuestro hogar, delatara nuestra presencia. Al llegar al borde, miré la estructura a pocos pies de la casa, la caballeriza, y observé aliviado que no la habían incendiado, aún. Brinquemos, dije comunicándome mentalmente con Kavi, olvidando que Jared no contaba con esa habilidad.

Estaba a punto de brincar, cuando vi que Kavi tenía problemas para convencer al chico de que podía lograrlo. Sin detenerme a dar explicaciones o pedir permiso, cogí a Jared entre mis brazos y salté con él.

¡Camilo!, ¿qué haces?, gritó Kavi en mi mente, brincando tras nosotros.

¿No es obvio?, añadí sonriendo. Bajé al chico pegado a mi cuerpo, observando fijamente su rostro ruborizado.

¿Cómo osas tratar así a Su Majestad? De dos zancadas, Kavi llegó a nuestro lado. No comprendes...

Ahora no, Kavi, lo interrumpí antes de que comenzara a reprenderme. Por más que me divirtieran sus enojos, teníamos algo más importante entre manos.

--¿Está bien, Su Majestad? Disculpe a...

Dejé a Kavi disculpándose por mí, a la vez que se aseguraba de que Jared estuviera intacto. Como si por cogerlo entre mis brazos, hubiera perdido su virginidad, pensé entre fastidiado y divertido, mientras me aseguraba que no hubiera alguien en los alrededores.

--Su Majestad, quédese aquí en lo que bajo a ensillar los caballos --Kavi se dirigía al borde, cuando lo sujeté por el brazo.

--Yo bajaré primero. No puedes arriesgarte. Tu misión es proteger al chico --dije moviéndolo hacia donde estaba Jared.

--¿Por qué nos acompañas? No te necesitamos --dijo cabreado.

--También tengo una misión que cumplir --añadí, acercándome al borde.

--Ah, sí, ¿cuál es? --preguntó en ese tonito que me enervaba y hacía reír a la vez.

--Protegerte a ti --guiñándole un ojo, me sujeté del borde y deslicé hasta quedar frente a la ventana de madera en la parte posterior de la caballeriza.

No necesito que me protejas. Puedo cuidarme yo solo, debatió indignado por haberlo avergonzado frente a Su Majestad.

Imagino que eso mismo piensa Jared, contesté, provocándolo. A ratos, me resultaba imposible no comportarme como un chiquillo con mi hermano. Me divertía demasiado su seriedad.

¡No es lo mismo!, refutó a punto de perder los estribos.

Me reí por lo bajo, antes de impulsarme y golpear con las piernas la ventana, rompiendo la tranca y cayendo en el interior. --Shh, tranquilos --me acerqué a los agitados caballos, quienes al reconocerme se tranquilizaron.

Kavi, baja al chico. Apresúrate, no tardarán en sospechar que nos hemos dirigido hacia acá. Dije, regresando a la ventana, mirando hacia el borde del techo.

¡No es “el chico”. Es Su Majestad!

No pude evitar reírme. Ni siquiera en momentos de vida o muerte, mi hermano relajaba su actitud. A pesar de seguir refunfuñando en su mente sobre “mis pobres modales”, vi las piernas del chico deslizándose desde arriba. Se las sujeté, dejando que mis manos fueran recorriendo sus muslos, caderas y cintura, según descendía. Para cuando estuvo de pie frente a mí, ambos respirábamos un poco más rápido de lo normal.

--No temas. Nadie te lastimará --juré con un fervor desconocido para mí, viendo el temor en sus ojos al escuchar voces en la lejanía. Subí una mano y acaricié su cabello, inclinándome para besarlo. Cuando me percaté de lo que estaba a punto de hacer, me alejé rápidamente de él y con brusquedad le di la espalda, comenzando a ensillar a los caballos.

Ensilla sólo dos caballos. Su Majestad cabalgará conmigo. Por su tono de voz, supe que había visto lo que había estado a punto de ocurrir y estaba molesto conmigo.

Mientras Kavi ayudaba a Jared a montarse en el caballo, saqué el libro y los alimentos del interior de mi camisa y los guardé en una alforja. También, eché varias armas que solíamos esconder allí. Entonces, agarré la brida de mi caballo y me acerqué a las puertas. Una vez me hube asegurado que no había peligro, abrí silenciosamente las mismas y tras montarme en mi caballo, salí disparado del lugar con Kavi y Jared a mi lado.

Gracias a que conocía esas tierras como la palma de mi mano, recorrimos una gran extensión de las mismas en la oscuridad, alejándonos rápidamente del enemigo. Cuando comenzó a amanecer, cambié el rumbo.

--¿Hacia dónde vas? Tenemos que seguir por aquí --Kavi me miró con el ceño fruncido.

--Busco refugio. Seguiremos cuando caiga la noche --añadí, oteando el horizonte.

--Nos alcanzarán. No podemos detenernos --insistió, intentando continuar por donde íbamos.

Sujeté la brida de su caballo. --¡Sígueme, no discutas más, sé lo que hago! --por primera vez en nuestras vidas, lo traté con una autoridad inusual.

Kavi me miró asombrado y justo cuando comenzaba a cabrearse, Jared tocó suavemente su hombro.

--Kavi, confío en él.

La brida del caballo de Kavi se me zafó de las manos y probablemente me hubiera caído de mi caballo a no ser por mis rápidos reflejos. Sin demostrar la absurda emoción que me provocaron sus palabras, continué hacia el que había sido nuestro más emocionante descubrimiento en la adolescencia, el laberinto de cuevas.

Una vez frente a las mismas, desmontamos y guiamos los caballos entre la espesura del bosque en la falda de las montañas, donde estas se escondían. Retiré con las manos la maleza que ocultaba las mismas y una vez que Kavi, Jared y los caballos estuvieron dentro, reacomodé la maleza y los seguí.

Caminamos en silencio por la estrecha y larga entrada hasta que llegamos al centro del laberinto; el cual se abría en una inmensa cúpula. Podíamos permanecer días, incluso semanas, ocultos allí; pero mi plan era continuar al día siguiente detrás de nuestros perseguidores.

Dejé que Kavi se encargara de preparar una pequeña fogata, mientras desensillaba los caballos y los acercaba al pequeño chorro de agua que brotaba desde el interior de la montaña entre unas enormes piedras.

Con tres manzanas en la mano, me dirigí hacia donde Kavi y Jared conversaban en voz baja. Cuando Kavi alzó la mirada, le lancé su fruta y acto seguido también al chico.

--¡Camilo! --fue todo lo que dijo mi hermano, pero con su mirada añadió varias palabras más que me rehusé a leer.

Me senté algo apartado de ambos para darles privacidad. A los pocos minutos, Kavi se levantó y se puso a caminar por el laberinto. Estaba perdido en sus pensamientos y aunque hubiera podido leerlos, como hubiera podido enterarme de lo que habían estado hablando minutos antes, no lo hice. Si él deseaba que supiera algo, ya me lo diría... o no. Daba igual, puesto que no volvería a dejarlo solo.

--¿Por qué no te sentaste con nosotros? --preguntó Jared, acercándose y sorprendiéndome.

--Tenían temas importantes que hablar y yo sobraba --contesté mirando cómo Kavi entristecía al recordar al abuelo. Ese pensamiento había sido tan fuerte que había entrado sin dificultad en mi mente--. Kavi, el Libro de las Invocaciones está en la alforja --señalé, sabiendo lo importante que era ese libro para él; ya que, contenía la historia de nuestra raza y el árbol genealógico en las primeras páginas.

Kavi me miró asombrado, antes de dirigirse apresurado hacia las alforjas. Cuando vio el libro, lo sujetó con una expresión casi reverente y lo sacó lentamente.

--No sobras. Eres una parte importante de nuestra historia, igual que él --Jared señaló a Kavi con la cabeza. Si lo hubiera estado mirando, hubiera visto que sonreía al verme sonreír mientras yo miraba cómo mi hermano acariciaba las páginas del libro en sus manos.

--Yo sólo soy el protector. Él es el Rey y tú eres la pieza clave que esconden hasta que llegue el momento indicado --y mi Eva con la manzana en la mano, añadí, sonriendo en mi mente por estarlo culpando sobre algo que él no tenía control alguno.

--Mírame --pidió con tanta seriedad, que fui incapaz de ignorarlo. Me perdí en la profundidad de sus hermosos ojos, mientras me decía--: ¿Acaso crees que la misión del protector es menos valiosa que la de los demás? Te equivocas --colocó su delicada mano sobre mi hombro--. Yo confío en ti y él también --dijo, levantándose y regresando a su puesto frente al fuego.

Baje la cabeza, sonriendo. No seas amable conmigo, ¿acaso no ves que quiero brincarte encima, hacerte mío, olvidando mi promesa y mandando al infierno el futuro de nuestra raza? Riendo por lo bajo, me levanté y caminé hacia donde estaba Kavi.

--¿Cómo? El abuelo lo tenía en sus manos --murmuró, cuando me senté a su lado.

--Toma --me quité el collar y se lo coloqué.

--Pero... --en ese momento, me observó detenidamente. Entonces, vio mi ropa quemada por algunas áreas y la marca en la palma de mi mano--. ¿Atravesaste el fuego? --preguntó asombrado.

--No fue nada --añadí fanfarrón, abrazándolo. Sonreí al ver cómo miraba mi mano--. Increíble, ¿no? Aún queda algo de pureza en mí --sonreí socarrón, mirando también mi mano.

El abuelo había forjado marcas de protección en todos las manijas de las puertas, de manera que personas impuras no pudieran tocarlas. Esa había sido la razón por la que habían atacado a distancia, desde el exterior.

--Idiota, pudiste haber muerto quemado --me reprendió, levantándose para ir a sentarse frente al fuego.

Lo seguí, disimulando la sonrisa en mis labios. Por primera vez, en muchos años, su tono de voz no tenía ese tinte de molestia, sino más bien de orgullo.

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